En un mundo marcado por desigualdades estructurales, la Cooperación feminista emerge como un enfoque transformador que desafía los modelos tradicionales de desarrollo. Frente a la subrepresentación política de las mujeres, la brecha salarial persistente y la feminización de la pobreza, esta cooperación busca redistribuir el poder y los recursos, promover la justicia social y ambiental, y garantizar la participación equitativa en la toma de decisiones. Integrando la ética del cuidado y la interseccionalidad, cuestiona la lógica neoliberal y el extractivismo, proponiendo una economía del cuidado y una gobernanza más inclusiva.
No obstante, enfrenta desafíos como la burocratización, la falta de financiamiento sostenible y la instrumentalización del feminismo sin cambios estructurales reales. Para ser efectivo, debe consolidar alianzas, fortalecer la rendición de cuentas y promover un sistema financiero global descolonizado. La Cooperación feminista no es solo una estrategia, sino un compromiso con un modelo de desarrollo que prioriza la vida, la equidad y la sostenibilidad.