La cooperación feminista tiene como objetivo transformar las estructuras patriarcales y desiguales que perpetúan la pobreza y la discriminación, prestando especial atención a la desigualdad de género y a las causas estructurales que la perpetúan. En este sentido existen una serie de elementos que orientan su acción tales como la transformación de las estructuras de poder y la promoción de políticas económicas y financieras con enfoques redistributivos que reduzcan estas desigualdades a nivel global; la interseccionalidad y el reconocimiento de las múltiples opresiones que afectan a la diversidad de mujeres; la apuesta por una financiación transformadora y descolonizada y por el desarrollo de una arquitectura financiera internacional justa, inclusiva y sostenible; el reconocimiento y la valorización del trabajo de cuidados avanzando hacia sociedades del cuidado; la promoción e inversión en la participación y liderazgo de las mujeres a través de mecanismos efectivos e inclusivos. Asimismo, la generación de evidencias sólidas a partir del levantamiento de datos y de sistemas de monitoreo que permitan una correcta rendición de cuentas y el impulso de políticas que integren desde su concepción la justicia social, climática y de género. Además, la cooperación feminista, aboga por una perspectiva ética basada en la justicia global, la solidaridad y los derechos humanos abandonando enfoques paternalistas y coloniales y reconociendo el legado histórico de explotación y desigualdad existente entre los países.
Este 8 de marzo de 2025, Día Internacional de la Mujer, celebramos la lucha y los avances de las mujeres pero reconocemos y queremos evidenciar los numerosos desafíos pendientes a los que se siguen enfrentando cotidianamente -retroceso de derechos, en particular los relativos a su salud y a sus derechos sexuales y reproductivos, la persistencia de estereotipos, discriminación y desigualdades en todos los ámbitos y consecuentes brechas: salariales, de pensiones, digitales; la violencia, cosificación y explotación, la falta de representación paritaria en la toma de decisiones, etc.-
Por tanto, la lucha por la igualdad de género, la eliminación de cualquier forma de discriminación y la promoción de los derechos de la mujer y las niñas sigue siendo una tarea vigente ante un escenario que ofrece datos que confirman desigualdades persistentes en diversas áreas -participación política (las mujeres ocupan aproximadamente el 26,5% de los escaños parlamentarios a nivel mundial), participación en la fuerza laboral (menos del 50% de las mujeres en edad de trabajar participan en el mercado laboral), desigual reparto de los trabajos de cuidado (las mujeres dedican, en promedio, tres veces más tiempo que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, limitando su participación en actividades económicas remuneradas), educación (aunque se han logrado avances significativos en la educación primaria, persisten disparidades en niveles superiores y en áreas específicas, como las ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM), donde la participación femenina sigue siendo limitada), violencia de género (cada diez minutos, una mujer es asesinada por su pareja o un familiar, sumando aproximadamente 85.000 víctimas en 2023), pobreza (se estima que más de 340 millones de mujeres y niñas vivirán en la pobreza extrema para 2030 si no se implementan medidas efectivas), salud (a nivel mundial, se registran aproximadamente 800 muertes diarias de mujeres por causas relacionadas con el embarazo y el parto, siendo el 99% de estas muertes en países en desarrollo), etc.
Estos datos subrayan la necesidad urgente de implementar políticas y acciones concretas para abordar las persistentes desigualdades de género en múltiples ámbitos, promoviendo la equidad y el empoderamiento de las mujeres y niñas en todo el mundo. La Cooperación Feminista como política e instrumento es más necesaria que nunca por su carácter transformador.