Desde el mes de septiembre de 2019 es usted el nuevo director ejecutivo interino de Oxfam Internacional. ¿Cuál es el papel de esta organización como actor humanitario y de desarrollo global?
Se trata de una organización con un mandato asociado a la erradicación de la pobreza, enfrentando las desigualdades. El valor añadido que intentamos aportar al mundo de la acción humanitaria y del desarrollo global es ese enfoque desde las desigualdades, que son de género, económico-sociales, de acceso, e incluso, a la propia acción humanitaria.
Es una organización grande. Estamos presentes en unos 90 países, con afiliados de todo el mundo que conforman la confederación. Estamos presentes en prácticamente todas las crisis humanitarias severas. El escenario actual es todo un reto, porque, aunque haya países donde apenas hay casos de coronavirus, las dificultades de esos países al acceso humanitario son cada vez mayores y esta crisis las exacerba. Es el caso de Yemen, Siria, y algunos países africanos. Allí actuamos, especialmente, para asegurar el acceso al agua, saneamiento e higiene, a la ayuda alimentaria y a la protección. Es en estos momentos cuando la salud pública es prioritaria, y por ello se debe incrementar a nivel respuesta, pero muy especialmente en la prevención.
Oxfam también tiene toda una parte de líneas programáticas con enfoque sobre las desigualdades. Contamos con un número significativo de programas, alianzas y campañas en torno a la justicia de género y la desigualdad económico-social. Es desde ahí, desde nuestras fortalezas y experiencia, desde donde actuamos para afrontar la presente crisis, tanto en la respuesta comunitaria de países, como en la global.
Estamos viendo cómo el impacto económico de la crisis del coronavirus está aumentando las desigualdades. Oxfam ha alertado de que podría arrojar a 500 millones de personas en el mundo a la pobreza a menos que los países ricos tomen medidas urgentes, y para ello ha propuesto un plan de rescate económico. ¿Cuáles son las líneas principales de este plan? ¿Cómo podría financiarse?
Hemos propuesto dos planes. Uno es más urgente, que es el plan de respuesta de salud global y otro es el que se refiere al rescate económico de los más vulnerables. En cuanto a la salud, la desigualdad de los sistemas de salud y del acceso a la salud entre países ricos y países pobres es enorme. Pero lo es también dentro de los países, por ejemplo, africanos o de América Latina. En estos casos, no solamente son sistemas de salud muy frágiles, sino que, lo poco que no es de calidad, solo está disponible para la escasa población que puede pagarla. Si no puedes permitirte una cuota, no tienes acceso al test, al tratamiento, ni a nada que se pueda parecer. Por ello, planteamos un plan de 160 mil millones de dólares, urgente, para fortalecer y doblar la inversión en salud en los 85 países que tienen los sistemas de salud más frágiles. El objetivo no es solo asegurar una adecuada atención en los casos en los que el virus estalle, como lo ha hecho en España, sino para que sirva también para poder cubrir, al mismo tiempo, otras enfermedades que ya estaban presentes, como el cólera en Yemen. En realidad, en estos países no se trata de una crisis única, sino de una crisis que se construye sobre otras.
Por otra parte, el plan económico, que es más amplio, consiste en plantearse cómo enfrentarse a un escenario del que no se sabe todo, nos basamos en estimaciones. Dependerá mucho de cómo y cuánto dure esta crisis, pero podemos guiarnos por las situaciones de las personas. Por ejemplo, un taxista de Nairobi decía a un compañero que el virus “nos matará de hambre antes de infectarnos”. Las trabajadoras y trabajadores del sector informal lo están pasando francamente mal en países africanos, en India… En este último, por ejemplo, el 70% de los trabajadores y trabajadoras viven al día, con un salario diario. En Bangladesh ya hay estimaciones que apuntan a una reducción del ingreso del 80 % en las personas más pobres.
Si no pueden trabajar, ¿qué ocurre con ellos sin safety nets, ni familiares, ni ahorros, sin respaldo del Estado cuando pasen unos días de confinamiento? El hambre. Es a esas personas a las que hay que rescatar económicamente, y eso exige un plan muy significativo, incomparable con lo que hemos visto. Es aquí donde observamos la gran diferencia de esta crisis. Nosotros lo llamamos el inequality virus, porque se cimienta sobre las estructuras de desigualdad entre países y dentro de los países. La capacidad de inyección de planes de rescate en la Unión Europea o en Estados Unidos comparada con la de los países en desarrollo es muy significativa, es una diferencia absolutamente abismal.
Oxfam pide la cancelación inmediata de la deuda externa de los países en desarrollo para ayudarles a gestionar el impacto sanitario y económico de la pandemia. El G20 ha propuesto esta semana una moratoria del pago de la deuda hasta final de 2020, aunque limitada a los países más pobres, y ha pedido a los acreedores privados que se sumen a la iniciativa; sin duda es un avance importante, pero insuficiente. ¿Qué otras medidas, considera, que deben tomarse?
Hemos planteado la cancelación de todo el servicio de la deuda de los países en desarrollo durante el año 2020. Hay que tener en cuenta que, por ejemplo, un país como Ghana gasta en salud 11 veces menos de lo que paga en forma de servicio de deuda externa. Hoy, si se elimina el pago de la deuda durante este año, y se hace un seguimiento, podrían invertir esa cantidad en el sistema de salud o en sostener unos mínimos de redes de seguridad para la población más pobre.
Estamos en tiempos extraordinarios donde las medidas tienen que ser extraordinarias.
Como medida, estamos pidiendo que la cancelación también incluya la deuda multilateral. Por tanto, la del Fondo Monetario Internacional (FMI) y la del Banco Mundial (BM). Si para ello hace falta vender reservas del FMI, puede hacerlo. Sus reservas de oro están en unos 150 mil millones de dólares ahora. De hecho, su valor creció en 20 mil millones desde inicio de año. Por lo tanto, es factible. Estamos en tiempos extraordinarios donde las medidas tienen que ser extraordinarias.
Otro punto es el de la emisión de derechos especiales de giro, respecto a lo que sí puede actuar el FMI. Lo que pasa es que para ello hace falta un acuerdo entre los estados miembros, sobre todo entre los que más pesan en el Consejo del FMI. Lo que intentamos es trasladar un sentido de urgencia y de situación extraordinaria. Ya sabemos que el flujo de ayuda al desarrollo no es suficiente y mucho menos lo va a ser en las condiciones que se requieren ahora, y por ahí es por donde estamos trabajando con todo el eje de instituciones multilaterales. También habría que entrar con más fuerza en el ámbito fiscal, el propio FMI ha propuesto nuevos impuestos a la riqueza para enfrentar la crisis
Si en este momento, si con esta crisis, con la erosión brutal que van a sufrir los sistemas fiscales de cualquier país, los gobiernos, la clase política y el liderazgo internacional no son capaces de dar pasos muy significativos en un sistema fiscal e internacional basado en reglas duras, los pasos no se darán nunca. La erosión que se ha producido en las últimas décadas en las haciendas públicas que ya era dura, va a ser inaceptable. Ya hay países que aseguran: “nosotros no vamos a dar ayudas a las empresas salvo a aquellos que tengan presencia en paraísos fiscales”. Estas medidas tendrán que colectivizarse más si no queremos que siga habiendo esos sumideros, que van a ser imposibles de manejar en la crisis fiscal que se viene y que va a ser descomunal.
Oxfam ha destacado el impacto que el coronavirus tiene en las mujeres, quienes están en la primera línea de la respuesta al constituir el 70% de la fuerza laboral en el sector sanitario en el mundo, e igualmente tienen más probabilidades de verse perjudicadas económicamente, puesto que se ocupan del 75% del trabajo de cuidados no remunerado. Asimismo, ante el impacto económico de la crisis, muchas pueden perder su trabajo, o no tener otra opción que recurrir a empleos precarios y mal remunerado en el sector informal, en el que ya estaban sobrerrepresentadas. ¿Hay en marcha alguna medida para ayudar a frenar esta desigualdad?
Estamos viendo muy pocas medidas específicas. Vamos a sacar un briefing sobre este tema, porque, además, hay una sensación de que está todo muy centrado en el virus en sí y el virus ataca con una virulencia mayor, estadísticamente, a los hombres. Pero, en el fondo, este tema afecta mucho más a las mujeres. Concretamente de dos maneras. Primero, en lo que tiene que ver con la violencia de género que se genera en situaciones de encerramiento, y en situaciones de ruptura de la institucionalidad o de fragilidad de los sistemas de protección. De la misma manera, podemos imaginar lo que puede ser un confinamiento con un maltratador en países que, a su vez, tienen una institucionalidad frágil en cuanto a legislación, prácticas y servicios de atención a las mujeres víctimas de la violencia de género. Este es uno de los primeros impactos diferenciados.
En segundo lugar, esta crisis tiene un impacto especial en las mujeres en el ámbito económico-social. La precarización afecta desproporcionadamente a las mujeres. Muchas de ellas forman parte del sector de atención y cuidados o de servicio doméstico. Todo ello traducido a las economías y a los ingresos que las mujeres pueden obtener en las economías informales de Asia o América Latina, sumado a que ahora tienen que compaginar la atención a las familias encerradas en casa.
En cuanto a la respuesta a esta crisis, si se hace con las bases económicas a las que estamos acostumbrados, solamente llevará a una desigualdad que se acrecentará tanto durante la crisis como en la respuesta. Abogamos porque la forma de responder a esta crisis no sea siguiendo el tablero de juego de siempre.
En estos días ha surgido la iniciativa Alianza europea para una recuperación verde, firmada por 180 líderes políticos, empresarios, sindicatos, ONG y grupos de expertos, que tiene entre sus objetivos principales trabajar para construir unos planes de recuperación y transformación que consagren la lucha contra el cambio climático y la biodiversidad como un pilar clave de la estrategia económica ¿Debería el sector de la cooperación incluir más la lucha contra la crisis climática en su trabajo contra la pobreza?
Desde luego la respuesta es sí, claro que se deberían incluir más, debo decir que está, no hablo por Oxfam solo, creo que está bien incluida y que es un sector que en relación a otros muchos sectores en los que la respuesta a esa misma pregunta tendría que ser sí, pero la forma como lo han incorporado a las políticas, a los programas, a los planes es significativamente menor.
Creo que hay un abordaje tanto desde las respuesta humanitaria a situaciones de desastre natural y de desplazamiento creado por el cambio climático, que ya es desafortunadamente muy significativa. Y también desde el enfoque de resiliencia, de cómo fortalecer las capacidades de las comunidades para resistir choques y salir de ellos más fortalecidos y que tiene un foco climático absolutamente claro desde hace mucho tiempo. En como acompañar a las comunidades, a las gentes, a las familias, poblaciones a que se adapten al cambio climático en países frágiles que no tienen esas políticas para esa institucionalidad que les permite seguro una política pública que hace que puedas evolucionar y que te puedas adaptar.
El daño humano, es el impacto humano directo en el que trabajamos desde la cooperación para el desarrollo y desde la acción humanitaria, pero también como Oxfam estamos mucho en el campo adaptación. Trabajamos algunas organizaciones también en el de la mitigación, pero sobre todo estamos en el lado adaptación y en el de pérdidas y daños, que es muy importante, aquello que ya se perdió y que ya no tiene una recuperación posible, ni tiene una adaptación y que es exigible que se repare ese daño hecho por el calentamiento global. El otro eje en el que trabajamos desde Oxfam es en el de la desigualdad climática, una vez más en esta crisis del cambio climático, la desigualdad y el impacto climático se retroalimentan, quien consume, quien calienta más es quien recibe un impacto menor, quien calentó menos es quien recibe un impacto mayor y además tiene menos capacidad para poderse adaptarse a ello. Estoy siendo muy sintético, pero ese es el enfoque desde el que trabajamos para responder a nuestra llegada desde las desigualdades. Esto debería cambiar ahora con la crisis COVID así lo estaba ahora diciendo la ministra de Asuntos Exteriores que confiaba en que la cooperación internacional se reforzara no ya para la crisis del COVID sino como un ejemplo de cómo abordar la crisis climática y la de pobreza de una forma diferente a como lo hemos hecho hasta ahora.
Ha defendido durante mucho tiempo la refundación de la cooperación internacional para el desarrollo ¿Cómo la empieza a pensar considerando las posibles repercusiones de la pandemia?
Lo que ha mostrado por un lado, yo creo que tenemos una preocupación muy significativa de que va a suponer la crisis del COVID y referido en este caso al impacto sobre la crisis fiscal que se avecina, sobre los presupuestos de la ayuda oficial al desarrollo en los países, muy especialmente.
Como sabemos España está muy abajo, más abajo no es fácil irse, pero países que sí son significativos, que sí están en el 0,7 o se acercan a él, Reino Unido, Alemania, Francia, entre otros algunos nórdicos que ahora sufren una crisis fiscal muy fuerte, vamos a ver como se tensan esos presupuestos de la cooperación para el desarrollo en los próximos dos o tres años.
Por otro lado, si algo muestra la crisis del COVID es que existen bienes públicos globales y males públicos globales, y las infecciones y pandemias, lo llevábamos diciendo tiempo son un gran ejemplo de ello. Ha habido presión y ha habido propuesta, sobre el hecho de que uno de los fenómenos a enfrentar como mal público global es el de una pandemia como la del COVID, de la que es imposible que salgamos unos países sí y otros no. Solo podemos salir juntos, todos y cada uno. Mientras el virus exista en un lugar del mundo, ninguno estaremos a salvo y eso requiere en el corto plazo esfuerzos multilaterales para tratamientos, etc…es el momento en el que la unilateralidad, el modo de sálvese quien pueda, de la competición en el mercado, de los derechos de patente por encima de los derechos de la gente, lo único que van a hacer es, no solamente crear unas injusticias fuertes, sino retrasar la salida global de la crisis. El abordaje multilateral juega en nuestro propio interés para que todos los países puedan salir de la crisis, no solamente por solidaridad y por justicia sino por nuestra propia salida de la crisis,
Es ahí donde la cooperación internacional muestra que es imprescindible que solamente se puede abordar desde instituciones que velen por el interés global. Este es el peor momento para debilitar a la OMS como ha hecho Trump, justo todo lo contrario, es el momento de fortalecerla. Es el momento de fortalecer ese liderazgo desde los gobiernos, crear un liderazgo colectivo. Hablábamos antes sobre sistemas fiscales internacionales, no va a haber solución para las haciendas públicas sin cooperación internacional en fiscalidad internacional. No solamente la AOD como tal, no solo la financiación sino el sentido de humanidad y de globalidad que se refuerza, que es obvio en una situación como en la que estamos, por tanto, sí y lo que va a exigir es menos bilateralidad y más multilateralidad algo por lo que España ha apostado durante años
¿Cómo deberían reaccionar, a su juicio, todos los actores de la cooperación española en el “día después”?
Lo que deben es precisamente reforzar ese sentido de la multilateralidad, reforzarlo no solo con la palabra, con la actuación, con el conocimiento y con la innovación, que son importantes, también con la financiación. Esto es algo que no me canso de decir, que España contribuye mucho más con la palabra, con el papel, con la presencia y con la silla, que lo que contribuye con los fondos. Y sin financiación esto es imposible, no se puede abordar. No desmerezco todo lo demás, creo que sí es importante esas posiciones políticas, pero los actores y especialmente los actores públicos, más si cabe ahora, tendrán que ser conscientes de una dimensión como la que estamos hablando y en este momento no es abordable sin esfuerzo financiero mayor. para recuperar nuestra participación y contribución en las organizaciones multilaterales de las que en la última década, siete, ocho o nueve años desde 2011, prácticamente nos hemos ido.
Durante seis años trabajó en la SEGIB promoviendo la cooperación Sur-Sur en esa región ¿Qué alcance e importancia tienen esos programas? A la vista de la situación actual ¿Cómo piensa que debe evolucionar esta modalidad de cooperación en el ámbito iberoamericano?
Yo estoy siguiéndoles ahora como aliado, por cariño y por cercanía porque conozco a mucha gente y están haciendo cosas francamente interesantes. Justo es un momento en el que poner en valor, no solamente los programas iberoamericanos, el espacio iberoamericano que es un espacio en el que el compartir conocimiento, experiencia, y que ya tenía como una trayectoria. Hay un terreno abonado con mucha experiencia, sectores variados, en el cultural, en el económico, educativo, alfabetización, … estoy viendo como ese resorte, esa forma de hacer se aplica al conocimiento en salud en Iberoamérica, en compartir la capacidad de respuesta como está siendo, pero no solamente como un intercambio de buenas prácticas sin más, sino en ver cómo se pueden apoyar gobiernos e instituciones con este tratamiento, con esta investigación, con estos grupos que se están formando, la capacidad de florecer, de fertilizarse de una manera mutua no surge de la nada, requiere de una institucionalidad que lo ampare y que lo permita y lo refuerce. Para eso es esencial la propia existencia de la Cumbre de Jefes de Estado y de gobierno, y que aporta toda una institucionalidad detrás con un respaldo político fuerte, con los mimbres incluso jurídico legales y una trayectoria, que es en el momento de crisis cuando puede actuar de una manera como yo estoy viendo ahora. De una manera que se apoya y respalda la Cooperación Sur Sur también con España y Portugal y con una larga trayectoria de los países de América Latina y el Caribe con una forma de hacer que es es muy poco donante- receptor y más horizontal. La cooperación sur-sur tiene en este momento un gran valor, tanto por su fundamento político como, sobre todo, por lo que puede aportar de manera práctica a la respuesta y salida de la crisis.