¿Cuándo y cómo comienza esa vida profesional?
Empiezo comentando una anécdota. A finales de los 70 del siglo pasado, cuando acababa mis estudios de Filosofía en una universidad madrileña, decidí realizar una Memoria de Licenciatura sobre el Antipositivismo en México. Para ello, además de leer mucho en la Biblioteca Hispánica, tuve que asesorarme con un profesor de otra universidad. Cuando defendí dicha Memoria, después de la exposición, el presidente del tribunal me espetó que la metodología de autores británicos que había utilizado no era la apropiada, a lo cual tuve que contestar que no había leído las obras de dichos autores y que la metodología que utilizaba era la de José Gaos, miembro de la Escuela de Ortega y ex rector de la Complutense, sobre todo la señalada en sus obras publicadas en el exilio mexicano. Como veis, todavía me tocó vivir una universidad con “resabios” del franquismo. Así que después de publicar un artículo sobre el tema en Cuadernos Hispanoamericanos cambié el expediente a la universidad en la que estaba el profesor que me había apoyado, José Luís Abellán, entonces rara avis por lo que se refiere a los estudios sobre el exilio republicano español.
Pero allí me encontré con otra situación característica de la universidad española que, creo, persiste en la actualidad; me refiero a la endogamia. No me quedó más remedio que pensar en otras posibilidades, que no eran fáciles. porque estudiar la filosofía de los exiliados españoles y de los pensadores latinoamericanos, no daba para vivir entonces.
Durante muchos años has estado vinculado al Ateneo de Madrid. ¿Qué ha supuesto esto en tu trayectoria profesional?
Ha supuesto mucho. A finales de los 80´ llegó a la presidencia del Ateneo José Prat García, socialista exiliado en Colombia y hombre de una gran bonomía, que me sugirió recrear la Sección Iberoamericana del Ateneo de Madrid que había dejado de funcionar con la Guerra. Esto me permitió conocer y tratar a personalidades latinoamericanas como Paulo Freire, Leopoldo Zea o Augusto Roa Bastos o convocar a los partidos políticos españoles para manifestarse públicamente a favor del No en el plebiscito (1988) que contribuyó a terminar con la dictadura de Pinochet en Chile. Así pues, la experiencia de la Sección Iberoamericana me hizo comprender que para conocer América Latina había que escuchar a los latinoamericanos y trabajar con ellos. Además, me puso en disposición de dar un paso más en la vocación americanista, porque de la misma también formaba parte Guadalupe Ruiz-Giménez, secretaria general de la Asociación de Investigación y Especialización sobre Temas Iberoamericanos (AIETI).
Tu paso por la AIETI fue muy intenso, ¿verdad?
Sí, fueron 15 años, entrando como becario y acabando como secretario general y editor de la Revista Síntesis. Allí pude dedicarme al estudio de las políticas exteriores y de las relaciones internacionales de los países latinoamericanos y sus relaciones con España, viajando a algunos de ellos, como México, Argentina, Perú o Cuba, como profesor e investigador. En estos años conozco a Celestino del Arenal, cuya obra tanto me ha aportado. Y de todos esos años destacaré ahora, tan solo, la gestión del Programa de Apoyo a la Cooperación y a la Política Iberoamericana (PROCOPI) para la AECID, que hizo aportaciones a la política española hacia la región y a las Cumbres Iberoamericanas y los estudios sobre la Cooperación de la Sociedades Civiles de los países de la UE (entonces 15) para la Comisión Europea.
Además, mi paso por la AIETI posibilitó que me incorporara a las reivindicaciones de la sociedad española para mejorar el marco jurídico y presupuestario de la cooperación internacional para el desarrollo en nuestro país, empezando por el seguimiento de la huelga de hambre de 2004 reivindicando el 0,7% para ayuda al desarrollo -donde dicen que empezó todo- desde la Coordinadora estatal de ONG para el Desarrollo, siendo varios años vocal de su junta directiva.
Y a continuación llega otro largo periodo de 15 años en la Fundación Carolina…
Así es, con tres periodos distintos. El primero (2005-2012), y más importante, como responsable del Programa de Estudios sobre América Latina del Centro de Estudios para América Latina y la Cooperación Internacional (CeALCI), trabajando en equipo y en red, realizando trabajo de asesoramiento político y con presencia en América Latina, con el apoyo de Rosa Conde, directora de la Fundación, y de Ignacio Soleto, director del CeALCI. Conviene destacar algunos de aquellos trabajos, por ejemplo, sobre las Cumbres Iberoamericanas, en especial, la organización del I Encuentro Cívico Iberoamericano; la cooperación con la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO); la estrategia española y actividades sobre los Bicentenarios de la Independencia de las repúblicas latinoamericanas; la estrategia Cultura y Desarrollo; el apoyo a la Cumbre UE-ALC celebrada en Madrid en 2010 o la situación de los afrodescendientes en América Latina y, por descontado, como autor y en muchos casos editor de los numerosos materiales publicados sobre América Latina, incluidos los del Boletín C. Todo ello, para fortalecer la política y la cooperación españolas hacia América Latina.
El segundo (2012-2018) en el departamento de Comunicación, realizando tareas propias del mismo y elaborando específicamente la estrategia de comunicación. Y el tercero (2018-2020) en el área de Estudios y Análisis, realizando distintas tareas, de las que destacaré ahora la organización de los denominados “Diálogos con América Latina” en colaboración con la Secretaría de Estado de Cooperación Internacional y para Iberoamérica (MAEC) y la Casa de América.
¿Cuáles son, a tu juicio, las lecciones para el futuro?
De las lecciones que creo han de ser tenidas en cuenta en el futuro para mejorar las relaciones de España con América Latina, me referiré de forma general a las que ya están presentes de alguna manera en el recorrido que hemos realizado.
En primer lugar, destacaré la situación de la universidad y la investigación españolas, fundamentales para la generación del conocimiento y que, por desgracia, siguen teniendo problemas, como puedan ser el de los bajos salarios o la inadaptación de los estudios a la realidad que nos toca vivir, con poca dedicación práctica y escaso conocimiento sobre el terreno. En lo que se refiere a los estudios sobre América Latina, hay que trabajar para adecuarlos a las necesidades de los agentes latinoamericanos y españoles que interactúan en las relaciones entre ambos lados del Atlántico, incluyendo a Europa.
En segundo lugar, creo que hay que construir y consolidar espacios en los que puedan participar las sociedades y los ciudadanos, más allá de la política y las instituciones académicas. En otras palabras, instituciones para dialogar y hacer cosas juntos, a ambos lados del Atlántico, sin otra aspiración que la de mejorar las relaciones entre Latinoamérica y España y el mutuo conocimiento de latinoamericanos y españoles.
En tercer lugar, insisto en que hay que conocer bien la región, escuchar a los latinoamericanos y trabajar con ellos, dejando atrás visiones “absolutistas” o basadas en el primus inter pares, que no han contribuido precisamente a la consecución del objetivo, generando, todo lo contrario, el desconocimiento y la desconfianza entre españoles y latinoamericanos. Para esta labor, conviene trabajar en red, y por lo que se refiere a España, convendría revisar y actualizar las temáticas sobre América Latina en los currículos de todos los niveles educativos e incorporarlos a la enseñanza y trabajar más con los medios de comunicación.
En cuarto lugar, hay que pensar y diseñar, de manera conjunta con los países latinoamericanos, una estrategia o plan específico de cooperación con América Latina, en el que deben participar también las empresas y las sociedades civiles de aquí y allá.
Permítaseme añadir que ese plan iberoamericano no solo es necesario para mejorar la presencia de España en la región, sino también para crear conciencia de lo americano en España. En consecuencia, se necesita un compromiso presupuestario respetado en el tiempo, definir el papel y la coordinación de las instituciones, actualizar los contenidos educativos sobre la región y desarrollar una estrategia de comunicación dirigida a organizaciones, profesionales y sociedad en general en España y en los demás países iberoamericanos. La Educación y la Comunicación son un referente fundamental para el conocimiento de América Latina y de lo que España hace y debe hacer en América Latina. Es necesario dar la mayor objetividad posible a la información y al conocimiento que se generan y que deben ir dirigidos a los públicos objetivos de las relaciones entre España y América Latina a ambos lados del Atlántico.
¿Qué asuntos serán importantes en las relaciones de España con América Latina en los próximos años?
Además de lo dicho, que no es poco, hay que señalar que hemos atravesado una década difícil -crisis de 2008- y que los próximos años serán también difíciles, por efecto de la COVID-19, en términos económicos y de capacidades para reconstruir una política de cooperación e impulsar una estructura efectiva para afrontar nuestras relaciones con América Latina. La coordinación de las numerosas instituciones, los numerosos e importantes problemas de la cooperación española, el impulso de la Agenda 2030, la realidad de las sociedades latinoamericanas, el diálogo euro-latinoamericano, el sistema iberoamericano o los mecanismos de cooperación en cultura, ciencia, tecnología, innovación y educación superior, son asuntos problemáticos que requieren de mucho tiempo y para hacerlos operativos, conviene ir dando pasos hacia adelante.
Así pues, deseo que la Fundación Carolina vaya dando esos pasos para fortalecer las relaciones de Latinoamérica con España.