Las relaciones entre la Unión Europea (UE) y América Latina y el Caribe cuentan con un valioso acervo acumulado, y son un referente importante para los intereses, los valores, y la identidad y proyección internacional de ambas regiones. Sin embargo, necesitan revisar sus objetivos e instrumentos y requieren de un renovado impulso político para seguir siendo relevantes y recuperar los espacios de concertación y diálogo político, pues desde 2015 se han dejado de realizar las cumbres a nivel de jefes de Estado y de gobierno.
Ya antes de la pandemia, ambas regiones y su asociación enfrentaban un escenario internacional transformado, en muchos aspectos más adverso, y crecientes tensiones al interior de cada grupo. Estas últimas son parte de una dinámica más amplia de cuestionamiento del regionalismo, la integración regional, y el multilateralismo, a menudo protagonizada por fuerzas iliberales en ascenso tanto en la Unión Europea como en América Latina y el Caribe. En América Latina y el Caribe se observa un escenario de fragmentación política, crisis de las organizaciones regionales y ausencia de liderazgo por parte de los países más relevantes, lo que reduce la capacidad de actuación de Latinoamérica en un escenario de mayor competencia geopolítica global, mientras se extiende la idea de que una nueva bipolaridad entre Estados Unidos y China va a ser la matriz organizadora de las relaciones internacionales en el futuro inmediato. Por otro lado, en muchos Estados miembros de la UE también se observa un menor interés y atención hacia América Latina y el Caribe, y la región no está suficientemente contemplada en las prioridades políticas de las instituciones de la Unión y en su acción exterior.
Estos antecedentes interpelan a la relación birregional y exigen un esfuerzo de reactivación en sus tres dimensiones de concertación y diálogo político, comercio e inversiones y cooperación al desarrollo, y, también, en las más amplias redes de comunicación e intercambio de las que participan sus respectivas sociedades. En un mundo transformado, las relaciones entre la UE y América Latina y el Caribe, se presentan hoy con un potencial y una lógica distinta en función tanto de los intereses como de los valores compartidos entre ambas regiones.
En primer lugar, esas relaciones son un mecanismo de cooperación y reaseguramiento frente a un escenario de tensiones geopolíticas y de riesgo de fragmentación del comercio mundial y de cuestionamiento de las reglas multilaterales.
En segundo lugar, pueden contribuir al objetivo de promover la autonomía estratégica de ambas regiones en un mundo caracterizado por la crisis de la globalización y la creciente confrontación entre Estados Unidos y China, que da pie a discursos ideologizados de confrontación, como una supuesta “nueva Guerra Fría”, que pretenden situar tanto a Latinoamérica como a la UE en una posición de subordinación estratégica y debilitar el multilateralismo y la cooperación internacional.
En tercer lugar, la relación birregional puede contribuir a la necesaria redefinición del desarrollo económico y social, en clave de sostenibilidad, como demanda la Agenda 2030, y a la particular agenda de “desarrollo en transición” de América Latina y el Caribe. Hay que recordar que, más allá de su corazón comercial, tanto la concertación, cooperación e integración regional latinoamericana, como de la UE, son proyectos eminentemente políticos y sociales, que buscan tanto la paz, la estabilidad y el progreso social en cada grupo, como una mejor inserción en las relaciones internacionales y el fortalecimiento del multilateralismo. Siendo así, las relaciones entre la UE y América Latina y el Caribe y su cooperación al desarrollo tendrían que reorientarse para promover un espacio compartido de diálogo de políticas, de convergencia regulatoria y de transformación productiva para el cambio del modelo económico y la reconstrucción del contrato social a través de una “triple transición” socioeconómica, digital y ecológica que involucra a ambas regiones. Esas transformaciones ya eran necesarias antes de la irrupción del COVID-19, uno de cuyos efectos ha sido exponer las fracturas y disfunciones de las instituciones y modos de gobernanza, en cada país y en el plano regional y global, así como las debilidades y fracturas del tejido social y productivo, que ahora la recuperación pos-pandemia hace aún más perentorias. De hecho, la forma en la que la UE se afirma en sus valores y en su autonomía estratégica es, en gran medida, insistiendo en el contenido político y social, y ahora, ambiental, de su proyecto de integración, a diferencia de la pugna estratégica entre de otros actores.
Al tiempo que la pandemia del COVID-19 ha supuesto una profunda crisis socioeconómica, también está generando vigorosas respuestas de política económica y de desarrollo con una clara vocación transformadora. Dentro de las limitaciones que impone un espacio fiscal más reducido, América Latina ha desplegado un importante esfuerzo de respuesta a una pandemia que ha expuesto, de manera dramática, las brechas sociales y de desarrollo que afectan a una región. La UE, por su parte, ya antes de la pandemia quería impulsar a través del “pacto Verde Europeo” una profunda transición societal y ecológica que pretende ser, al mismo tiempo, nueva estrategia de desarrollo y de política industrial, marca de su “poder blando”, y renovada narrativa movilizadora de la construcción europea. Con Next Generation EU, recuperación pospandemia y transformación “verde”, digital y social de la UE han recibido un impulso político y financiero aún mayor. Ello implicaría integrar las relaciones entre la UE y América Latina y el Caribe en la dimensión externa del Pacto Verde Europeo, con una agenda común de reforma y convergencia regulatoria.
Ese escenario ofrece oportunidades y argumentos para una cooperación birregional renovada en el marco de las prioridades del “desarrollo en transición”, a través de la inversión productiva, la asistencia financiera y técnica y otras formas de apoyo, para adoptar políticas activas de largo plazo con las que se vaya dejando atrás la fase de reprimarización y creciente dependencia de China, y para respaldar los nuevos pactos sociales y políticos propuestos por CEPAL para relanzar el desarrollo tras la pandemia. Por su parte, la UE ha de desplegar una estrategia de cooperación avanzada, conforme al nuevo Consenso Europeo de Desarrollo, más horizontal, que sin renunciar al uso de la ayuda oficial al desarrollo (AOD) ha de dejar atrás la “graduación” de los más avanzados y, con ello, estar abierta a todos los países de la región. Ello exige enfoques “a medida” para cada país, contemplar la cooperación Sur-Sur y triangular, el diálogo de políticas públicas, el intercambio de conocimientos, y montos importantes para la inversión en áreas como la infraestructura resiliente y la transición ecológica, a través de las líneas de financiación que abre el nuevo instrumento de cooperación “Europa Global”.
Ante la reactivación de los encuentros de alto nivel entre la Unión Europea y América Latina, con motivo de la reunión birregional prevista para el 2 diciembre de 2021, y ante la ventana de oportunidad que supondrá la presidencia española del Consejo en 2023, este seminario pretende aportar reflexión y propuestas a los actores involucrados en los gobiernos, en las instituciones regionales y en la sociedad civil de ambas partes. En particular, pretende ser un foro de encuentro para los actores que, en la acción exterior y en la política de cooperación española, se sienten interpelados por esta agenda.
En particular, el seminario tratará de identificar las prioridades para el diálogo y la cooperación entre la UE y América Latina y el Caribe que plantea la crisis del COVID-19 y las propuestas de recuperación pos-pandemia definidas en ambas regiones, en particular el Pacto Verde Europeo, y las prioridades del “desarrollo en transición” de América Latina y el Caribe, en cuanto a su inserción internacional; sus potenciales beneficios políticos, socioeconómicos y de proyección internacional; y las narrativas, estrategias, actores, coaliciones y medios políticos, diplomáticos, financieros y de otra índole necesarios para la reactivación de esas relaciones, y definir itinerarios para su implementación tanto desde la acción exterior de España, como en el ámbito de la UE. Para ello, contará como insumo con una amplia serie de documentos de trabajo, que la Fundación Carolina ha ido publicando a lo largo de 2021.
En nombre de la Fundación Carolina, quisiera expresar nuestro agradecimiento a todos los participantes, por su valioso aporte en cuanto a reflexión e ideas; a Casa de América, por acoger este seminario; y a la Fundación ICO por el apoyo material y el compromiso institucional e intelectual a esta iniciativa, expresión de una línea de trabajo que ya ha tenido significativos resultados en años anteriores.