América Latina y el Caribe es la región del mundo más impactada por la pandemia de COVID-19 y la que más lentamente se recuperará. La magnitud del deterioro económico y social que produjo en los países de la región ha sido la mayor en más de un siglo. Y si bien hemos podido ver alguna recuperación en 2022, esta no será suficiente.[1]
La crisis sanitaria ha potenciado las crisis social, económica y ambiental preexistentes, ha afectado más fuertemente a las mujeres y ha exacerbado la desigualdad de género que es estructural. Una de cada 3 mujeres en la región vive en situación de pobreza. La pandemia ocasiona una década perdida en los esfuerzos de reducción de la pobreza y más de dos décadas en el caso de la pobreza extrema. Hoy, por cada 100 hombres en situación de pobreza, existen 113 mujeres en la misma situación.
Desde CEPAL hemos evidenciado la pérdida masiva de empleo de las mujeres, la caída de sus ingresos, la feminización de la pobreza, la falta de ingresos propios y la sobrecarga de cuidados y el trabajo doméstico que afrontan. Y hemos comprobado cómo este impacto atenta contra sus procesos de autonomía económica pero también física y en la toma de decisiones. El confinamiento, el cierre de los centros educativos y servicios de cuidado ha tenido un impacto directo sobre la disponibilidad del tiempo y el acceso de las mujeres al mercado laboral. También es importante señalar que 6 de cada 10 mujeres están en sectores que fueron más afectados por la pérdida de empleo e ingresos en 2020, como el turismo, la manufactura, el comercio y el trabajo doméstico remunerado, y además la recuperación del empleo de las mujeres ha sido más lenta.Las más afectadas además han sido las mujeres con hijas e hijos pequeños y en ocupaciones más precarias, asociadas al trabajo informal.
Las proyecciones para 2022 indican una participación laboral del 51,3% en las mujeres y de 73,8% para los hombres[2]. Esto aún significa que 1 de cada 2 mujeres no participará plenamente del mercado laboral, una de las llaves maestras para la igualdad. Sumado a esto, en los 11 países de la región que disponen de datos, un promedio de cuatro de cada diez mujeres no están conectadas y/o no pueden costear la conectividad. Las brechas digitales también limitan oportunidades de crecimiento y de autonomía.
Muchas de las mujeres que salieron de la fuerza laboral debido a la pandemia no han podido regresar por la sobrecarga de trabajo de cuidados que experimentan en sus hogares, sobrecarga basada en estereotipos que les asignan la responsabilidad en dichas tareas. De acuerdo con Observatorio de Igualdad de Género de la CEPAL, las mujeres dedican tres veces más tiempo al trabajo no remunerado que los hombres, y emplean un promedio de dos tercios de su tiempo en esta actividad y un tercio de su tiempo al trabajo remunerado, mientras que en los hombres la tendencia se invierte con un tercio de su tiempo dedicado al trabajo no remunerado y dos tercios al trabajo remunerado.[3] El trabajo doméstico y de cuidados no remunerado representa entre el 15,7% y el 24,2% del PIB en la región y que son las mujeres quienes aportan cerca del 75% de este valor[4]. La paradoja es que las mujeres trabajamos más tiempo, recibimos menos ingresos y sostenemos la vida, la economía y el bienestar de la sociedad en su conjunto con nuestro trabajo de cuidado, tanto en los hogares como en la primera línea del sector salud o educativo donde somos mayoría.
Sumado a esto, persiste la crisis ambiental que genera la destrucción de la biodiversidad, conjugadas en muchos casos con el asesinato de personas defensoras del ambiente[5]. Tal y como ocurre con el trabajo de cuidados, la degradación ambiental y el cambio climático también impactan de un modo diferenciado a hombres y a mujeres.
Estamos ante un verdadero cambio de época. Nunca como ahora se ha resaltado la importancia del cuidado y la igualdad para la sostenibilidad de la vida. Todo ello nos obliga a una transformación profunda que reconozca los vínculos entre la economía, la sociedad y medio ambiente. Urge una una distribución equitativa del poder, los recursos, el tiempo y el trabajo entre mujeres y hombres. Esimperiosoadoptar políticas públicas transformadoras, con la igualdad y la sostenibilidad en el centro, y desde luego la autonomía de las mujeres y la igualdad de género como obligación de derechos humanos y catalizador del desarrollo y la paz sostenibles a que aspiramos.
Ante esta realidad, América Latina y el Caribe al ser la única región en el mundo en la que, por más de cuatro décadas se ha impulsado una Agenda Regional de Género profunda, ambiciosa e integral, y donde se cuenta con el primer tratado regional vinculante sobre el medio ambiente, Acuerdo Regional sobre el Acceso a la Información, la Participación Pública y el Acceso a la Justicia en Asuntos Ambientales en América Latina y el Caribe, el Acuerdo de Escazú, tiene el potencial para convertirse en una región que transforme y promueva la igualdad de género y la autonomía de las mujeres en los espacios de toma de decisión a nivel internacional y en la adopción de medidas y financiamiento vinculadas al medio ambiente, el cambio climático y el desarrollo sostenible.
Hoy tenemos la oportunidad de construir un desarrollo sostenible con igualdad. Nuestro horizonte es la sociedad del cuidado, una nueva configuración que ponga en el centro el cuidado de las personas y de quienes cuidan, así como el autocuidado y el cuidado del planeta. Es una propuesta clave para la sostenibilidad de la vida. En noviembre próximo, Argentina será sede de la XV Conferencia Regional sobre la Mujer, cuyo tema central es “La sociedad del cuidado: horizonte para una recuperación sostenible con igualdad de género”. Allí seguiremos debatiendo sobre los efectos multiplicadores del cuidado en términos del bienestar, sobre su rol para revertir desigualdades, y sobre la interrelación entre el cuidado de las personas y el del planeta. Urge impulsar planes de recuperación con acciones afirmativas que promuevan sistemas integrales de cuidado, el trabajo decente y la plena y efectiva participación de las mujeres en sectores estratégicos de la economía.
Desde la CEPAL trabajamos intensamente para transitar hacia la sociedad del cuidado. Vemos con entusiasmo y esperanza que esta propuesta está siendo adoptada en el ámbito regional. Seguiremos trabajando, ahora, para que sea una realidad.
No podemos esperar más. El tiempo de honrar el legado de generaciones de mujeres que cada 8 de marzo se unen en una voz global buscando hacer realidad los derechos y ampliar las libertades es ahora.
[1] Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), Balance Preliminar de las Economías de América Latina y el Caribe, 2021 (LC/PUB.2022/1-P), Santiago, 2022
[3] La igualdad de género ante el cambio climático. ¿Qué pueden hacer los mecanismos para el adelanto de las mujeres de América Latina y el Caribe? https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/46996/4/S2100332_es.pdf
[4] Panorama Social 2021, pág 230
[5] Una década de acción para un cambio de época. Pág 7