La identidad nacional (o plurinacional) está presente desde la “marea rosada” de los primeros años 2000 —y en sentido estricto desde las reformas de la década de 1990— y varias de las nuevas constituciones dan cuenta de ello. A veces meramente declarativos, esos cambios dan cuenta, no obstante, de la voluntad de dejar atrás las visiones homogéneas de la nación e incorporar las diversidades étnico-raciales.
Al mismo tiempo, hemos visto, en el caso chileno, cómo esta voluntad puede chocar con resistencias poderosas, no solo en las élites sino en el conjunto de la sociedad. O, en el caso peruano, cómo las identidades étnico-regionales son el combustible de fuertes movimientos contestatarios. Este texto se propone revisitar los diversos pliegues de plurinacionalidad en el plano institucional y en el social, tanto como elemento de un nuevo orden como de combustible de la protesta social.