La relación entre China y América Latina ha progresado en todos los frentes desde 1995, consolidándose especialmente en el ámbito comercial e inversor. La “extensión natural” a la región de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (2015) y la plasmación de una nueva política para la zona (2016) trazan los ejes de un salto cualitativo que pudiera consumarse en los próximos lustros con un balance que aventura una mayor influencia de China. Ello plantea retos importantes para otros actores de presencia más tradicional como Estados Unidos o la Unión Europea. Por su parte, España debe tomar buena nota de este contexto y definir una estrategia que tenga en cuenta tanto la dimensión de rival como de posible socio del gigante oriental, si aspira a no verse desplazada en una parte del mundo donde conserva grandes activos de alto valor.
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