Uno de los principales retos a los que se enfrenta la humanidad tras el inicio de la pandemia de la COVID-19 es el acceso universal, equitativo y rápido a las vacunas. Los avances en ciencia y tecnología, así como una movilización de recursos sin precedentes, han hecho posible que se hayan desarrollado distintas vacunas en un tiempo récord. En este contexto, la proliferación de acuerdos bilaterales entre los países de renta alta y las farmacéuticas, sumado a un volumen de demanda que sobrepasa la oferta disponible, puede provocar que muchos países no tengan acceso a las dosis necesarias para inocular a su población. Incluso antes de que las vacunas demostrasen ser seguras y efectivas, muchos países de renta alta se apresuraron en la compra o reserva de dosis. Como muestra de ello, países como Canadá reservaron una cantidad de vacunas que quintuplica al tamaño de su población, al tiempo que países como Israel o Reino Unido habrían pagado más por las dosis a la farmacéutica PfizerBioNTech para asegurarse que accedían a ella antes, algo que para el grueso de los países es simplemente inviable.
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