Hoy en día, la transición hacia un modelo económico sostenible constituye uno de los principales desafíos a los que nos enfrentamos como sociedad. Las importantes iniciativas en materia de sostenibilidad que han sido adoptadas, tanto a nivel internacional como nacional, tales como el Acuerdo de París o la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, han impulsado el crecimiento de las finanzas sostenibles, ya que han puesto de manifiesto la necesidad de que el sector financiero favorezca la canalización de recursos hacia proyectos que apoyen el crecimiento sostenible y la consecución de los 17 Objetivos del Desarrollo Sostenible (ODS).
En este contexto, el sector financiero debe asumir un rol clave desarrollando un modelo financiero orientado a la sostenibilidad a largo plazo, en el que las finanzas no solo se centren en las variables financieras a corto plazo, sino también en el impacto ambiental.
Las finanzas sostenibles son un tipo de finanzas que engloban aspectos económicos-financieros, como la rentabilidad, el riesgo o la liquidez; así como aspectos ambientales, sociales y de gobernanza. En otras palabras, se trata de estrategias financieras alineadas con los conocidos como criterios ASG (ambientales, sociales y de gobierno corporativo).
Así pues, siendo consciente de la necesidad de apostar por el cambio del modelo financiero tradicional por otro más sostenible, mi Trabajo de Fin de Grado “La Rentabilidad Sostenible de los Bonos Verdes”, tutorizado por la profesora Sonia Margarita Rodríguez Parada y defendido en la Universidad de Vigo en julio de 2022, aborda el estudio de uno de los instrumentos financieros sostenibles más populares: los bonos verdes.
En concreto, los bonos verdes son una clase de deuda sostenible en la que los fondos captados se destinan a la financiación de proyectos respetuosos con el medio ambiente, que buscan el avance hacia una economía baja en carbono.
La emisión de esta clase de activos está alineada con la Agenda 2030, ya que apoya iniciativas con un impacto medioambiental positivo, relacionadas con las energías renovables, la eficiencia energética, la lucha contra el cambio climático, la economía circular, etc. Y, en consecuencia, las emisiones verdes revisten una importancia esencial en la consecución, particularmente, de los siguientes ODS: 6 —agua limpia y saneamiento—, 7 —energía asequible y no contaminante—, 8 —trabajo decente y crecimiento económico—, 9 —industria, innovación e infraestructura—, 11 —ciudades y comunidades sostenibles—, 12 —producción y consumo responsables—, 13 —acción por el clima—, 14 —vida submarina— y 15 —vida de ecosistemas terrestres—.
En particular, mi TFG tiene como principal objetivo exponer y examinar el mercado de los bonos verdes, así como justificar su importancia medioambiental. Además, analiza las características de la deuda verde, subrayando aquellos aspectos financieros y extrafinancieros que la distinguen de la deuda tradicional.
En el estudio se demuestra que, atendiendo a variables de carácter financiero, la deuda verde no ofrece grandes ventajas para los inversores en comparación con la deuda tradicional. Por ello, se propone llevar a cabo una valoración integral de los bonos, basada no solo en la utilización de los clásicos indicadores económico-financieros que se emplean a la hora de tomar decisiones de inversión, tales como la rentabilidad monetaria o el riesgo, sino también en el empleo de nuevas métricas, que evalúen la transparencia, la alineación con los ODS y el impacto sostenible de los instrumentos financieros. En particular, se presenta la denominada “rentabilidad sostenible”, un nuevo parámetro relacionado con la contribución de los bonos al logro del desarrollo sostenible.
Así pues, en el trabajo se evidencia que los bonos verdes, a pesar de ser menos rentables en términos monetarios, presentan una rentabilidad sostenible más alta que los tradicionales, ya que se caracterizan por una mayor transparencia y por un concreto impacto sostenible.
En conclusión, se debe subrayar que el avance hacia un sistema financiero donde la sostenibilidad gana protagonismo hace imprescindible el empleo de nuevas métricas a la hora de valorar las decisiones de inversión, que permitan evaluar su desempeño sostenible.
Finalmente, me gustaría agradecer a la Fundación Carolina, a la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y a la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (Crue Universidades) la concesión de este galardón, así como la convocatoria de estos premios, los cuales considero fundamentales para poner en valor la investigación en el ámbito de la Agenda 2030.