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Hablamos con Alicia H. Puleo

Hablamos con Alicia H. Puleo

Hablamos con
Alicia H. Puleo
Llevo muchos años investigando en ecofeminismo y he podido constatar un cambio muy significativo. Quizás es la misma fuerza de las cosas, la misma realidad que lleva al reconocimiento de la necesidad de tener en cuenta la crisis ecológica lo que hace que las asociaciones feministas se interesen por el ecofeminismo, se multiplican las jornadas, conferencias, talleres... Pero el ecofeminismo sigue siendo un gran desconocido dentro del feminismo.

Entrevistamos a Alicia H. Puleo, catedrática de Filosofía Moral y Política de la Universidad de Valladolid, España, donde, además de su docencia ordinaria, dirige el curso online Ecofeminismo: Pensamiento, Cultura y Praxis seguido por un gran número de personas de distintos países. Desde el año 2014, es la directora de la Colección Feminismos de Editorial Cátedra. Sus ensayos feministas y ecofeministas han sido publicados en España, Francia, Estados Unidos, Italia, Portugal, Brasil y otros países de América y Europa.

Como has planteado en tus trabajos, la relación entre feminismo y ecologismo no siempre es sencilla, sus reivindicaciones no siempre coinciden. ¿Cómo crees que ha evolucionado dicha relación en términos generales?

Creo que muy positivamente. Hemos pasado de una situación en la que se daban mutuamente la espalda en casi todos los casos, a otra en la que tienden a reconocerse. Llevo muchos años investigando en ecofeminismo y he podido constatar un cambio muy significativo. Quizás es la misma fuerza de las cosas, la misma realidad que lleva al reconocimiento de la necesidad de tener en cuenta la crisis ecológica lo que hace que las asociaciones feministas se interesen por el ecofeminismo, se multiplican las jornadas, conferencias, talleres… Pero el ecofeminismo sigue siendo un gran desconocido dentro del feminismo. A mí no me caben dudas de que el ecofeminismo es el futuro del feminismo, tanto porque responde a un problema acuciante de la humanidad como porque plantea las condiciones de un porvenir digno de ser vivido para la juventud y capta la transformación de la percepción y vivencia de la naturaleza por parte de un creciente número de jóvenes.

Por su parte, el ecologismo ha comprendido que el feminismo es una demanda irrenunciable y una causa popular que, a través de la corriente ecofeminista, puede conectar con sus propios objetivos. El 8 de marzo de 2019, Greenpeace, Ecologistas en Acción, Amigos de la Tierra, WWF y SEO/Birdlife hicieron pública una declaración de apoyo al ecofeminismo como unión de las reivindicaciones feministas y ecologistas. Nunca antes se había producido algo similar. Aun así, queda mucho por andar desde el feminismo y desde el ecologismo para que se produzca un diálogo enriquecedor y una praxis de ayuda mutua. Y tenemos que tener presente que este diálogo y esta praxis no han de implicar fusión ni reproducir la postergación de las reivindicaciones de las mujeres como ha sucedido tantas veces en la historia de la relación de las feministas con otros movimientos sociales. Dicho esto, soy optimista y pienso que desde la teoría y la práctica ecofeministas estamos haciendo una gran labor para que el conocimiento y la experiencia de ambos movimientos permitan una mejor comprensión y solución de los problemas actuales.

¿En torno a qué temas o asuntos pueden encontrarse y tejer redes de incidencia política y acción los feminismos, ecologismos y ecofeminismos?

El primer tema que la creadora del término “écoféminisme”, la francesa Françoise d’Eaubonne, señaló como un punto de encuentro entre feminismo y ecologismo fue la preocupación ecologista por la sobrepoblación en los años 60-70 del siglo XX. Considero que el ecofeminismo tiene que recoger la demanda feminista de autonomía de las mujeres para decidir si quieren o no ser madres. Está comprobado que la mejor y única manera ética de que el crecimiento demográfico no se convierta en insostenible es dar educación a las mujeres y facilitar su emancipación. Otra cuestión que conecta el ecofeminismo, el feminismo y el ecologismo es la tradicional sororidad internacional que siempre quiso practicar el feminismo y que, hoy, para concretarse, precisa una comprensión correcta de los problemas que afectan a las mujeres más pobres del Sur global. Estos problemas están relacionados con la devastación ambiental. Lo que se ha llamado “zonas de sacrificio” no solo implica territorios afectados por la megaminería u otras actividades altamente contaminantes, sino también, como consecuencia de éstas, el incremento de la miseria, el alcoholismo, la prostitución y la violencia patriarcal en el seno de la familia. Finalmente, sin pretender agotar el número de puntos de encuentro posibles, que son muchos más de los que aquí menciono, querría destacar el compromiso ambiental del enorme número de mujeres que recicla, que se preocupa por la salud en un sentido holístico, que realiza tareas del cuidado de la vida, que mantiene huertos ecológicos, que defiende la agroecología y la soberanía alimentaria o da voz a los animales no humanos torturados y eliminados de las maneras más crueles imaginables en la ganadería industrial y otras prácticas denunciadas por la emergente conciencia animalista, cada día más perceptible, sobre todo en la juventud.

¿En qué espacios y redes de reflexión e investigación entre ecofeministas de América Latina y España/Europa participas con vistas a la articulación de una agenda en común?

Trato de aceptar, a pesar de las limitaciones de tiempo personal, las invitaciones a participar en espacios que, como éste de la Fundación Carolina, permiten el contacto y el intercambio de ideas entre feministas y ecofeministas de ambos lados del Atlántico. Y, regularmente, formo parte de la Red Ecofeminista que se creó en Madrid en el año 2012. Es una red internacional de ámbito hispanohablante, fundada por mujeres ecologistas y feministas y coordinada por Dina Garzón. Ya en el momento de su creación, la Red asumió como base teórica el ecofeminismo crítico que yo había planteado en un artículo publicado en 2008 en Isegoría, una revista de filosofía moral y política del CSIC, y en mi libro Ecofeminismo para otro mundo posible, de 2011. El objetivo de esta red es dar a conocer el ecofeminismo, impulsar las buenas prácticas y constituir un lugar de encuentro virtual (y en ocasiones, presencial) para ecofeministas de muchos países. Por otro lado, por fin en 2021 después de varios años de preparación, puse en marcha el curso online Ecofeminismo: Pensamiento, Cultura y Praxis en la Universidad de Valladolid. Vamos por la tercera edición ya. Gracias a que se trata de un curso online, en todas las ediciones ha habido más de 200 personas matriculadas provenientes de distintos países de Europa y América. En este espacio semanal, especialistas españolas, mexicanas, argentinas, guatemaltecas, brasileñas, colombianas… tratamos distintos aspectos del ecofeminismo (su origen y corrientes principales, la conceptualización de la Naturaleza, las prácticas agroecológicas de las mujeres, la defensa del territorio por parte de las mujeres indígenas de Abya Yala, el extractivismo, la ética del cuidado aplicada a los animales, la ecocrítica en la literatura y el arte, la salud y la contaminación ambiental, la transición ecológica ecofeminista, etc.). Se trata de un auténtico foro de aprendizaje y debate entre América Latina, España y Europa.

Siempre, de cada sesión, salimos enriquecidas por las aportaciones de las ponentes y de las y los estudiantes que, por su mismo origen diverso, pueden informar y concienciar sobre problemas y soluciones desde ángulos muy distintos. De alguna manera, es la concreción de la metáfora del jardín-huerto ecofeminista que aparece en mi libro de 2019, Claves ecofeministas: un espacio cálido de encuentro, conversación, análisis, reflexión en libertad y revalorización de placeres y modos de vida no alienados.

¿Podrías recomendarnos y compartirnos las referencias a libros de literatura, series, películas y/u obras de teatro que te hayan gustado recientemente y en donde las problemáticas actuales del ecofeminismo se vean retratadas?

Cuando se estrenó Sufragistas en 2015, y tuvo tanto éxito, pensé: ¡Qué poco material cinematográfico de ficción existe sobre el feminismo, sus luchas y sus victorias! ¡Mucho menos encontramos todavía si buscamos sobre ecofeminismo! Sí que hay, en cambio, más documentales que plantean problemáticas actuales del ecofeminismo, como, por ejemplo, La hija de la laguna. En el ámbito de encuentro entre la ficción y la realidad, mencionaría dos películas, pero no son recientes. Erin Brockovich, en la que Julia Roberts encarna a una mujer que se convierte en activista medioambiental al conocer los casos de vecinos de una fábrica gravemente enfermos. Se trata de una película basada en la historia real de Erin Brockovich-Ellis que consiguió que una compañía de gas y electricidad, culpable de contaminar con cromo el agua de un pueblo californiano, tuviera que indemnizar a las víctimas. Otra excelente película que cuenta la lucha de mujeres reales, apasionadas por la defensa del medioambiente y de la naturaleza es Gorilas en la niebla, inspirada en la vida de la primatóloga Dian Fossey y con Sigourney Weaver como actriz protagonista. Justamente porque no es una película reciente, tiene la ventaja de poder verse online. En cuanto a obras de teatro, sé que, en Barcelona, ha estado hasta hace unos días en cartel Chipko, inspirada en las figuras de las defensoras de los bosques Wangari Maathai y Julia Butterfly Hill, dirigida por Daniela Feixas y producida por Q-ars Teatre.

Hay un libro que me parece particularmente logrado y recomiendo vivamente. Me refiero a Beatriz y la loba, una novela que tiene un contenido claramente ecofeminista. Nos presenta una historia que muestra los vínculos entre el maltrato que sufren tantas mujeres por parte de sus parejas y la violencia contra la naturaleza y sus habitantes no humanos. Su autora es Concha López Llamas que ha sacado recientemente una autobiografía que se titula Yo ecofeminista, en donde cuenta cómo fue surgiendo su sensibilidad feminista y, cómo a través de su formación como bióloga y su conexión con sus orígenes familiares en la Sierra de la Culebra de la provincia de Zamora, se fue generando su preocupación por la naturaleza.

Recomendaría también la extraordinaria novela de género literario híbrido y que podría calificarse de thriller ecológico titulada Sobre los huesos de los muertos, de la escritora premiada con el Nobel de Literatura de 2019, Olga Tokarczuk. En esta novela, la protagonista es una mujer mayor y excéntrica que rompe con prejuicios antropocéntricos y androcéntricos gracias a su amor a los animales. Sobre esta obra se hizo una película que se titula Spoor (El rastro). Pienso también en otras novelas ya más clásicas como la de Úrsula Le Guin El nombre del mundo es bosque que podría definir como ciencia ficción poética. Narra la colonización “yumana” depredadora de un planeta en el que sus pobladores son sabios y pacíficos y viven en un bosque umbrío que los invasores se disponen a convertir en leña para el mercado. Al descubrir que su mundo, el bosque, y su forma de vida (el sueño) están condenados a desaparecer por la codicia de los colonizadores, los habitantes se sublevan. Es una excelente novela, transmite un mensaje ecológico pero no lo hace con un componente feminista evidente. Algo parecido encontramos en ese film de animación que es ya de culto: La princesa Mononoke del director japonés Miyazaki; y en su versión de masas que es Avatar I, de James Cameron. En esta última, además del sugerente espíritu del bosque, destaca la figura de la joven valiente, defensora de su tierra y que llega, en la escena final, a salvar de la muerte al héroe, enfrentándose a su enemigo en un combate que representa claramente el enfrentamiento entre lo orgánico natural y lo inorgánico bélico patriarcal. Asistimos, pues, a una interesante inversión del tradicional esquema “chico salva chica” en clave ecológica. En comparación, Avatar II, recientemente estrenada, es infinitamente más convencional, con la honrosa excepción de su denuncia de la caza comercial de la ballena.

¡Existe una auténtica necesitad de más material ficcional feminista y ecofeminista! Porque las historias que nos cuentan la literatura y el cine nos hacen disfrutar y nos transmiten emociones poderosas. Nuestro universo imaginario se construye con ellas. Si el contenido que tienen es convencional y patriarcal, no nos permiten concebir modelos feministas y ecofeministas de vida buena y conocer formas satisfactorias de dar un sentido a nuestras vidas. Necesitamos el potencial emancipatorio que aportan la imaginación y el arte. Tenemos una gran desventaja cuando carecemos de estas producciones artísticas. Seguramente que, por olvido o desconocimiento, no estoy mencionando alguna obra que podría entrar con toda justicia en un listado de creaciones literarias, películas, series u obras de teatro con contenido ecofeminista, pero también estoy segura de que no abundan. Esta pregunta que me has hecho es muy importante y espero que anime a las creadoras a narrar historias reales, luchas, mitos, relatos ficcionales o fantasías que alimenten la imaginación para pensar y construir otro mundo posible.

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