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Hablamos con Marta Lois, portavoz del Grupo Plurinacional de Sumar en el Congreso de los Diputados, y diputada por A Coruña

Hablamos con Marta Lois, portavoz del Grupo Plurinacional de Sumar en el Congreso de los Diputados, y diputada por A Coruña

Hablamos con
Marta Lois
“Poner el foco en la necesidad de dignificar y mejorar las condiciones de las personas que nos cuidan es fundamental. Hace falta una ley y una política valiente y ambiciosa en materia de cuidados”

Marta Lois es doctora en Ciencia política por la Universidad de Santiago de Compostela y profesora en el mismo centro. Actualmente es la portavoz del Grupo Plurinacional de Sumar en el Congreso de los Diputados y diputada por A Coruña. También fue concejala y portavoz de Compostela Aberta en el Concello de Santiago de Compostela entre 2015 y 2019. Como docente e investigadora ha sido visiting fellow en las Universidades de Essex, Georgetown y Chicago. Sus líneas de investigación se centran en estudio de género, teoría política contemporánea, identidades y políticas públicas de igualdad. Ha impartido docencia en diferentes materias como ciencia política, teoría política, política comparada y partidos políticos.

La Organización de Naciones Unidas reconoció el 29 de octubre como el “Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo” (Resolución A/77/L). También la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) ha hecho un llamado a acelerar el paso hacia una justicia económica, climática y de género y transitar hacia una sociedad de cuidado. Desde tu experiencia académica y política: ¿qué implicancia tiene no solo en términos de reconocimiento, sino en el avance hacia una sociedad del cuidado?

Lo primero que tengo que decir es que es un logro fundamental el reconocimiento de un día especial para los cuidados. Mi experiencia tiene dos vertientes: una académica de trabajo sostenido en el tiempo, en el ámbito de la teoría feminista y en el área de políticas públicas de los cuidados. Y otra en el ámbito político, ya que desde hace año y medio he formado parte de lo que hoy llamamos en Sumar “Grupo de los cuidados”, un grupo de trabajo diseñado con un equipo de personas expertas en cuidados y género, también vinculadas al activismo y a la sociedad civil.

En este grupo hemos trabajado en la elaboración de un documento que nos permita pensar una agenda en materia de cuidados para los próximos diez años. Y esto es fundamental porque en mi doble vertiente, tanto desde el estudio como de las políticas públicas, consideramos que el derecho a cuidar y ser cuidado es un elemento muy importante de cualquier agenda social del siglo XXI.

Ahora, desde el punto de vista político y del quehacer de cara a esta nueva legislatura, uno de nuestros grandes objetivos sería poder implementar una “ley de cuidados” ambiciosa, que ponga la vida y los cuidados en el centro, en la medida en que la literatura académica siempre nos ha enseñado que, todo lo que tiene que ver con el “mundo productivo” de nuestras sociedades, descansa en última instancia en los cuidados. Y los cuidados están mayoritariamente en manos de las mujeres, que son cuidadoras natas, antropológicas e históricas, de nuestras sociedades. Y, además, han sido siempre mujeres las que han ocupado u ocupan puestos en una situación de mayor precariedad que otros ámbitos del empleo y, por lo tanto, desde el punto de vista político, poner el foco en la necesidad de dignificar y mejorar las condiciones de las personas que nos cuidan es fundamental. Además, los cuidados también tienen una visión revolucionaria sobre la manera que tenemos que entender la vida; y la política también, porque la política no puede quedar fuera de esa idea de trabajar menos para vivir mejor.

De esta manera se pone la vida en el centro y eso significa también entender que los seres humanos somos seres vulnerables. No es que solo nos van a cuidar cuando seamos mayores o cuando somos niños o niñas pequeñas. Necesitamos entender que si mañana enfermamos tiene que haber un dispositivo social que entienda que el cuidado es fundamental para el mundo de la vida. Creo entonces que hay una conexión necesaria entre la reflexión académica sobre que el cuidado tiene que estar en el centro, que es el soporte de la vida productiva.

Desde el punto de vista político, tenemos que entender los cuidados, no como esa parte menor o secundaria, donde pensamos que esto es una cuestión de las políticas feministas y con diseñar cuatro permisos se resuelve. Una “ley de cuidados” tiene que decirnos que cuidar tiene que ser un derecho, el derecho a ser cuidado, además de cumplir también con la obligación de mejorar las condiciones.

Una de las publicaciones más recientes de la Fundación Carolina se titula: Cuidados y ecofeminismo. Consolidar avances y construir futuros igualitarios en Latinoamérica (2023) y explora aspectos vinculados a los costes de las responsabilidades y obligaciones sociales de cuidado. A lo largo del texto, una de las preguntas que se intenta responder es: ¿de qué forma reconocer y redistribuir los cuidados asumidos históricamente por las mujeres? ¿Crees que es necesario calcular el valor monetario de este trabajo hasta ahora no remunerado?

Por supuesto, y de hecho ya se ha calculado por parte de muchas economistas feministas que han computado la monetarización de los trabajos de cuidado dando lugar a unas cantidades desorbitadas que no son pagadas, son invisibles y están en manos de las mujeres. Amaia Orozco, por ejemplo, es una de las economistas feministas de gran referencia, que presenta unos balances y unas conclusiones importantes a la hora de dar cuantía a todo ese trabajo invisibilizado y precarizado. Además, en el fondo también hay un debate ético: ¿toda labor de cuidado tiene que ser traducido a un valor económico? Yo creo que hay una parte que sí, que es fundamental, pero hay otra que tiene que ver con la vida humana y con la necesidad de entendernos; que cuidarnos o cuidar a las personas vulnerables en un momento dado también forma parte de una necesidad de entender el mundo de la vida.

Esto es importante para no comprender la cuestión desde una perspectiva de política pública neoliberal que monetarice o externalice los cuidados. Vemos que las familias con grandes ingresos pueden externalizar todos los cuidados, pero los cuidados también son un elemento afectivo con nuestros seres queridos más vulnerables. Es decir, cuidar es algo más que el hecho mismo de contratar o de tener un servicio que cumpla el esquema económico. Entonces ahí hay que tener cuidado, porque claro, la perspectiva de clase social no la podemos dejar fuera. Muchas mujeres de familia trabajadora no se pueden permitir trabajar fuera de casa si tienen familia, porque el coste, por ejemplo, de los servicios de guardería, o de las residencias para mayores, es muy elevado, además de que no cotizarán y por tanto no recibirán pensiones contributivas. Por ello hace falta una política valiente y ambiciosa en materia de cuidados.

Tu trabajo académico más reciente versa sobre teoría política y cuarta ola feminista, y otros no tan recientes analizan la presencia política de las mujeres y la toma de decisiones: ¿qué líneas de acción se deben emprender para impulsar la incorporación de feministas en la toma de decisiones e impulsar sus posiciones?

Esta es una pregunta que lleva tiempo debatiéndose en el ámbito académico cuando en la teoría feminista hablamos de cómo aumentar la presencia política de las mujeres, ya solo por justicia. Algunas autoras feministas han señalado con acierto que hacen falta más mujeres o más feministas en las instituciones políticas. Efectivamente, por justicia, tiene que haber paridad entre hombres y mujeres, pero para avanzar en derechos para las mujeres, los estudios comparados indican que solo con más feministas, es decir, con mujeres con una conciencia clara, se incorporan también cuestiones referentes a derechos afectivo-sexuales o el derecho al aborto, el derecho a tener servicios gratuitos de anticoncepción, y otros muchos que están en la agenda feminista.

Además, hay que convertir la política en un espacio amable, y hoy no lo es. No es amable para tomar decisiones, para dar un paso adelante; la política no es especialmente amable si eres mujer feminista, y es como si pelearas contigo misma, queriendo participar para contribuir con un granito de arena. Pero la política tiene un horario difuso que es muy peligroso para el equilibrio entre el mundo de la vida, los cuidados y el espacio político. Es un mundo en el que los hombres llevan siglos moviéndose como peces en el agua, entonces está muy adaptado a una estructura patriarcal, donde prácticamente el 80% de los hombres están desligados de las responsabilidades de cuidar.

De esta forma, la política tiene que cambiar horarios, tiene que cambiar una concepción de que no puede haber reuniones sin que haya una hora de comienzo y una hora de cierre. Sabemos que, si no hay hora de cierre, las redes informales de poder político masculino acaban resolviendo las cosas en el bar, en la cafetería, en el restaurante, porque la reunión es difusa, no termina y se quedan los que han tenido más tiempo, porque la política también es cuestión de tiempo y ahí, en ese engranaje informal es donde muchas veces se engrasa. Hay que acabar con eso, y es una visión en la que también las mujeres tenemos que ponernos muy firmes para no adaptarnos nosotras siempre al marco, sino ser capaces de cambiar ese marco.

En tu quehacer político has destacado por poner en marcha una importante campaña política contra la violencia de género y en contra de las violencias machistas, iniciando en Santiago de Compostela y llegando a extenderse a toda Galicia: ¿cuáles serían sus recomendaciones para lograr construir un puente entre los aportes académicos con la incidencia política en áreas también importantes como los cuidados?

Yo creo que la reflexión académica siempre es imprescindible. De la misma manera que es fundamental aterrizar los marcos en los que pensamos. Hasta hace poco los cuidados solo se pensaban en términos abstractos, por eso creo que siempre tiene que haber una necesidad clara de conectar el mundo de la teoría y del deber ser con las condiciones de posibilidad para que eso ocurra. De ahí vienen las reflexiones que hicimos en Santiago de Compostela sobre las violencias y los asesinatos machistas, que son la forma más extrema de violencia contra las mujeres por el hecho de serlo, y, de ahí intentar articular una política pública que consiguiese ser transversal, llegar al máximo número posible de personas y al conjunto de la sociedad civil: Fuimos capaces de establecer, desde las áreas de especialización que tengo, una vía que no es la vía de la igualdad, sino la vía de incorporar a través de los pequeños comercios, por ejemplo, campañas que interpelaban a los hombres, a las mujeres, implicando como altavoces a la sociedad civil para hacerles partícipes de la campaña.

Hay que pensar que la teoría sobre los cuidados es muy ambiciosa y holística, entonces tenemos que ser inteligentes, ir paso a paso, construyendo un proceso en el que vayas siendo capaz de llevar las ideas a políticas públicas, que en este caso sitúen los cuidados en algo que la gente vea sencillo, no abstracto. Hacer ver, por ejemplo, que si hacemos un balance desde las 8:00h a las 23:00h de cualquier familia, nos preguntemos, ¿qué porcentaje de actividad está atravesada por los cuidados con dificultades para conciliar la vida? Muchísimos.

Entonces, ¿cómo hacemos para que una familia trabajadora o una familia que tiene personas a su cargo pueda tener también autonomía económica? Por ejemplo, tocando los servicios de dependencia, o universalizar la educación de 0 a 3 años. Quizás tengamos que cambiar el sistema de horarios de trabajo, o que los permisos remunerados sean flexibles. Tiene que haber dispositivos políticos que te permitan atender y cuidar a una persona que está enferma y que eso además forma parte de algo que te puede pasar a ti mañana. Se trata de cosas sencillas sobre las cuales podamos ir escalando hasta construir algo más amplio y que la gente lo pueda entender.

Luego por supuesto debe haber recursos. Esto no puede ser todo retórica, tiene que haber compromiso de recursos dedicados a pequeñas y grandes políticas, porque los grandes saltos vienen con pequeñas cosas y eso es muy importante. La autora Judith Butler, en los últimos tiempos se ha centrado en el tema de la vulnerabilidad. Es una idea clave porque muchas veces nos creemos inmortales y el mundo neoliberal y productivo nos lleva a pensar que nunca vamos a estar enfermos, que siempre vamos a ser jóvenes, vamos a emprenderlo todo y vamos a tener un talento impresionante. Es importante recordar que la condición del ser humano tiene potencialmente esa vulnerabilidad.

Además, Butler añade algo que tiene que ver con lo social, que es la “vulnerabilidad inducida”. Las mujeres, teniendo en cuenta la clase social, el origen, especialmente si son de origen migrante, reciben una doble o triple discriminación. Entonces, la “vulnerabilidad inducida” es aquella que tiene que ver con el ordenamiento social, que hace que muchas mujeres —en este caso también hombres— sean especialmente vulnerables. Por ejemplo, las personas que no tienen vivienda: si no tienes cómo pagar un alquiler o no tienes un sitio donde cuidar a tus hijos o hijas y mañana te echan, ¿cómo se gestiona eso? Creo que es importante incorporar estas ideas que Butler pensó de forma muy abstracta, pero que podemos traducir en políticas públicas, y en este caso las políticas de cuidado son clave para evitar daños y mejorar la vida de las personas.

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