Hablamos con Aina Calvo, la directora de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID), de temas como el compromiso de la Institución con la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostneible (ODS) de la Agenda 2030, de los centros culturales y de formación de la AECID en América Latina, así como del futuro de la educación para el desarrollo.
Lleva usted aproximadamente 9 meses al frente de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). ¿Qué balance hace?
Hemos trabajado mucho para tejer alianzas y complicidades, para abrir espacios de escucha y de diálogo y para fraguar cambios de calado que pongan a la Agencia rumbo a la cooperación que queremos para la próxima década, con el horizonte compartido de la Agenda 2030. Estoy convencida de que hay impulsos que son imparables, porque cuentan con la fuerza de los trabajadores y trabajadoras de la Agencia, con su compromiso personal y profesional con la lucha por la igualdad y por un desarrollo sostenible para todos y todas y porque, con suerte, la política de cooperación internacional se afianzará como una verdadera política de Estado que ocupe un lugar central en nuestra acción exterior.
En torno al personal expatriado ¿Cree que sus condiciones laborales son óptimas para tener buenos resultados en los proyectos de cooperación que gestionan?
Rotundamente no. Así lo he manifestado siempre que he tenido ocasión, y es algo que debemos corregir, por una cuestión de decencia. Por eso al poco de ser nombrada, con motivo del Día del Cooperante, me reuní con todos los actores de la Cooperación Española, con los sindicatos y con la Asociación Profesional de Cooperantes para escuchar sus reivindicaciones y tratar de encontrar soluciones. La vida profesional de estas empleadas y empleados públicos tiene lugar en países en desarrollo, a menudo con graves carencias de servicios públicos y vivienda, altos índices de inseguridad en muchos casos, elevada inflación, etc., con el agravante de que todo su futuro laboral está en el exterior. Las condiciones laborales de este colectivo se han ido deteriorando en los últimos años por diversos factores, como la congelación de sus salarios en la época de crisis. Y la tipología de nuestro personal laboral, cuyas condiciones retributivas en el exterior son diferentes a las del resto de empleados públicos, ayuda poco o nada a mejorar esta realidad. Por primera vez se ha creado un grupo de trabajo conjunto entre el Ministerio de Hacienda, el Ministerio de Política territorial y Función Pública y el Ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación para dar una solución definitiva y sostenible a esta situación.
¿Qué papel juegan los centros culturales y de formación de la AECID en América Latina?
Nuestras redes de centros juegan un papel fundamental, reconocido por nuestros países socios y por el resto de Administraciones españolas, que encuentran en ellos una plataforma única para poder llevar a cabo sus acciones de cooperación internacional con impacto en desarrollo. La Red de Centros Culturales está constituida por trece centros de la AECID y seis centros asociados, con participación local, que enriquecen la diversidad e implantación geográfica de la Red, mayoritariamente en América Latina además de Guinea Ecuatorial. La Red de Centros Culturales es un instrumento importantísimo para trabajar en el ámbito de la cultura como factor de desarrollo y de construcción de sociedades diversas, creativas, justas e inclusivas. Por su parte, los Centros de Formación de la Cooperación Española en América Latina y el Caribe —ubicados en Cartagena de Indias (Colombia), La Antigua (Guatemala), Montevideo (Uruguay) y Santa Cruz de la Sierra (Bolivia)— son unidades especializadas en gestión y transferencia de conocimiento, y funcionan como foros de encuentro, reflexión e intercambio de experiencias en torno a múltiples aspectos del desarrollo en la región. Al mismo tiempo, contribuyen al fortalecimiento de capacidades institucionales, a la dinamización de la cooperación sur-sur y a la creación y consolidación de redes de personas expertas. Además, en no pocas ocasiones, juegan también un papel significativo en la cooperación cultural.
La AECID está comprometida con la Agenda 2030. ¿Qué acciones concretas lleva a cabo la agencia para contribuir a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)?
Toda la Administración Pública española debe orientar su acción a la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Ese ha sido siempre un compromiso firme de este Gobierno, pero también es un mandato que recibimos del conjunto de la comunidad internacional y, en cuanto a la cooperación internacional, también de la sociedad civil española, que siempre ha demostrado una elevada solidaridad. El trabajo de la AECID incide en prácticamente todos los ODS. Siempre hemos puesto el foco en la erradicación de la pobreza (ODS 1). La prioridad que la Cooperación Española da a la educación (ODS 4), a la salud (ODS 3) o a la lucha contra el hambre y la malnutrición (ODS 2) es sobradamente conocida. Por referirme a un ejemplo, el Fondo de Cooperación para Agua y Saneamiento que gestionamos desde la Agencia en América Latina, lleva una década trabajando por lo que consagra el ODS 6, y ahora vamos a trasladar esa experiencia al mundo árabe a través del Programa Masar. Todo ello sin olvidar los principios transversales de nuestras actuaciones: la igualdad de género, la diversidad cultural y la sostenibilidad medioambiental (ODS 5, 7, 10, 11, 13, 15).
Usted está muy vinculada con la educación, ya que antes de dirigir la Agencia era profesora de Universidad… ¿Cómo cree que contribuye la educación en general a la consecución de los ODS, y la educación superior en particular?
Bueno, yo sigo siendo profesora, aunque ahora no ejerza como tal. Esa es mi profesión, más allá de la responsabilidad que tengo la suerte de ostentar en estos momentos. Creo que el compromiso con la educación es un compromiso cívico, al que inevitablemente se une mi vocación profesional. Además de ser un derecho humano fundamental, la educación es también un elemento imprescindible para la erradicación de la pobreza, para conseguir sociedad inclusivas y oportunidades para todos y para todas y para construir un mundo pacífico y sostenible. Por eso desde AECID tratamos de acompañar a nuestros países socios en el establecimiento de una enseñanza gratuita, equitativa y de calidad, con el objetivo de garantizar que los niños y niñas terminen sus ciclos educativos y asegurar la adquisición de conocimientos necesarios para promover el desarrollo sostenible en todas sus variantes. Pero el ODS 4 nos habla de promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos y todas antes de 2030 y se relaciona directamente con el ODS 8 orientado hacia el trabajo decente para todas las personas. En este sentido, las Escuelas Taller impulsadas desde la Agencia han jugado y siguen un papel esencial. Al igual que la educación superior, que además también tiene un papel determinante en los objetivos de crecimiento económico y de empleo productivo, así como en la formación de profesionales que conformen el capital humano necesario para impulsar procesos endógenos de desarrollo.
¿Cómo se imagina usted el futuro de la educación para el desarrollo? ¿Qué papel cree que debe jugar la movilidad académica en ese futuro de la educación al desarrollo?
La educación para el desarrollo es una pieza clave en la acción en favor del desarrollo sostenible. El propio ODS 4, en su meta 4.7, nos habla de promover la educación para el desarrollo sostenible y los estilos de vida sostenibles, los derechos humanos, la igualdad de género, la promoción de una cultura de paz y no violencia, la ciudadanía mundial y la valoración de la diversidad cultural y la contribución de la cultura al desarrollo sostenible. Personalmente, me sumo a quienes opinan que esta línea de trabajo debería ser capaz de incorporar nuevas miradas y de orientarse de manera primordial a una educación para la ciudadanía global. Dentro del espacio académico, la movilidad, el intercambio, la colaboración… son esenciales. Pero también creo que no debería centrarse exclusivamente en los currículos académicos, sino también explorar todo el potencial, por ejemplo, de los espacios educativos no formales.