La movilidad académica es un elemento de especial valor en tanto instrumento de cooperación avanzada en un espacio tan singular como el iberoamericano, donde el intercambio, la gestión y la creación compartida de conocimiento han probado ser de enorme importancia en la mejora de la calidad de las instituciones de educación superior y en el incremento de capacidades de estudiantes, personal docente e investigador.
La experiencia de otras regiones -como la Unión Europea- nos muestra que las distintas estrategias de movilidad académica constituyen herramientas poderosas para la construcción de un espacio común del conocimiento. La movilidad internacional contribuye a generar beneficios sociales y económicos, al tiempo que favorece la creación de una ciudadanía comprometida y, a través de ella, de sentimientos de vinculación y pertenencia que trascienden lo académico para alcanzar a la sociedad en su conjunto. En el ámbito iberoamericano, se viene apostando desde hace décadas por la puesta en marcha de un sistema estable de movilidad de estudiantes y profesores, capaz de articular la enorme constelación de experiencias y programas que promueven gobiernos, universidades, redes académicas y diversas instancias de la sociedad civil.
La Agenda 2030, por su parte, refleja en su cuarto objetivo de desarrollo sostenible (ODS 4) cómo los sistemas de becas pueden desempeñar un papel fundamental a la hora de proporcionar oportunidades a jóvenes y adultos que, en otras circunstancias, no podrían costearse la continuidad de los estudios. Al tiempo –y de conformidad con la importancia que el ODS 4 otorga a las dimensiones de equidad, inclusión y calidad educativas- UNESCO refuerza la idea de que las becas deberían asignarse de manera transparente y preferentemente a jóvenes procedentes de entornos desfavorecidos.
Así también, la estrategia denominada “desarrollo en transición” –promovida por CEPAL, OCDE y UE- advierte de que la cooperación internacional, en su función facilitadora, debe favorecer un tipo de cooperación más técnica que se beneficie del acceso compartido a las diversas fuentes que promueven la generación e intercambio de conocimiento experto, necesarias para resolver problemas complejos de sostenibilidad social, económica y ambiental.
La movilidad académica internacional –diseñada y reconocida como estrategia de cooperación internacional- es indudablemente un espacio privilegiado para avanzar en todos estos propósitos.
La Fundación Carolina asume y promueve estos enfoques. Hemos construido, durante casi veinte años, una significativa experiencia en materia de movilidad académica que nos sitúa como una de las instituciones con un mayor conocimiento acumulado al respecto y, probablemente, como un referente entre los organismos de cooperación que operan en el ámbito iberoamericano. En esta nueva etapa, la Fundación está avanzando, por una parte, en la progresiva armonización de la convocatoria de becas con las particulares demandas de desarrollo de la región en el marco de la Agenda 2030 y del espacio iberoamericano del conocimiento; por otra, en la selección de candidaturas que, junto a los criterios de mérito y capacidad, incorporan en su perfil académico y humano la dimensión de valor social, entendida como una actitud proactiva para contribuir a la mejora de la sociedad y al bien común a partir de los esfuerzos y apoyos brindados por sus países de origen y por la cooperación internacional.