Hace algunas semanas, Paul Poast, profesor de la Universidad de Chicago, apuntaba a una incipiente crisis global de las relaciones cívico-militares en su contribución a la World Politics Review. A partir de distintos hechos acontecidos en Estados Unidos, China, Rusia y Ucrania, este se preguntaba el motivo por el cual, en este momento, se registran crisis que afectan a la esfera cívico-militar en distintos países. ¿Casualidad o fruto de causas profundas? Su hipótesis es decantarse más bien por lo segundo, apuntando a los desplazamientos de poder que está registrando el sistema internacional, con una competencia hegemónica que aumentan la incertidumbre y el malestar.
Los países de América Latina y el Caribe no han quedado al margen de esta crisis, si bien esta viene advirtiéndose ya, al menos, desde 2015. Desde entonces, distintos trabajos han ido llamando la atención de un “nuevo militarismo” (Diamint, 2015), del “retorno” de los militares (Kyle y Reiter, 2019) e incluso de “remilitarización” (Verdes-Montenegro, 2019). En todos los casos, se entiende que el proceso de desmilitarización y redemocratización que se produjo desde los años ochenta y a lo largo de los noventa, con la pretensión de dejar atrás dictaduras militares y guerras civiles de la segunda mitad del siglo XX, y en el marco de lo que se denominó la tercera ola democratizadora, se estaba revirtiendo. Así, paulatinamente, se viene observando un incremento de discursos y prácticas que institucionalizan el predominio de la esfera militar sobre la civil. Ahora bien, a diferencia de lo acontecido durante el siglo XX, el recurso al golpe de Estado parece haber quedado atrás en la región, mientras que un rasgo singular de esta nueva dinámica es que se ha producido por invitación —o cooptación— de los propios mandatarios civiles.
Paradójicamente, ante la ausencia de conflictos interestatales en la región con respecto a otras latitudes, y ya sin la influencia de las doctrinas de seguridad nacional que ponían el foco en el “enemigo interno”, se tuvo que dar respuesta desde distintos países de la región a una “crisis misional”. ¿Para qué necesitamos las Fuerzas Armadas? Esta, en un primer momento, se resolvió con una creciente participación en operaciones y misiones en el exterior, así como con una ampliación progresiva de tareas en el ámbito interno, muchas veces, incluso, contraviniendo mandatos constitucionales y/o legales. En ese sentido, esta tendencia a la proliferación de tareas en labores internas es la que habría abierto la “caja de Pandora”. Ante situaciones de desborde de distinta índole, desde la respuesta al auge del crimen organizado y sus efectos más visibles, pasando por la respuesta a crisis y movilizaciones en la región ―como en Guatemala, Venezuela, Ecuador, Chile o Colombia entre 2018 y 2021―, el protagonismo de las Fuerzas Armadas ha ido a más, llegando incluso a un terreno político en el que deben permanecer al margen, de acuerdo con principios democráticos como el de neutralidad política de las fuerzas castrenses.
La pandemia de COVID-19, sin duda, fue otro momento en el que se intensificó la tendencia, con casos paradigmáticos como la gestión sanitaria por parte de Jair Bolsonaro en Brasil o Nayib Bukele en El Salvador. Ahora bien, la erosión de las relaciones cívico-militares en la región se aprecia incluso en países que, por las experiencias de las dictaduras militares en el Cono Sur (Argentina, Chile o Uruguay), habían tratado de preservar una separación más tajante entre un ámbito de defensa frente a amenazas externas que correspondería a los militares; y un ámbito de la seguridad interna en el que quedarían al margen.
Se advierte, por lo tanto, una preocupación por comprender una dinámica que, si bien tiene raíces profundas en la historia regional, ha ido abriéndose paso, paulatinamente, con algunas singularidades con respecto a otros periodos y que afecta de lleno la calidad democrática en la región. Una tendencia con particularidades con respecto a otros periodos históricos que requiere una revisión de los instrumentos analíticos y políticos empleados hasta ahora.
En ese sentido, es de agradecer el compromiso y apoyo que ha brindado la Fundación Carolina a la hora de impulsar un grupo de trabajo que, durante 2021 y 2022, estuvo analizando esta problemática. Así, se conformó un equipo de diez especialistas que atendía a equilibrios de género y subregionales, con la pretensión de contribuir a la reflexión y cuyos resultados, publicados individualmente en el último año, se encuentran recopilados en el libro Militarismo, militarización y democracia: ¿nuevas tendencias en América Latina?, presentado estos días en Madrid.
Articulado en torno a dos bloques, el primero ofrece un planteamiento más general en el que se incluyen las aportaciones de Marcos Robledo, Arlene Tickner y Adam Isacson, con perspectivas críticas/reflexivas y la influencia de actores externos. Concretamente, el primer trabajo de Marcos Robledo, docente en la Facultad de Gobierno de la Universidad de Chile, examina las consecuencias de la prolongada militarización de la seguridad pública y la sostenida expansión de los roles y prerrogativas de las Fuerzas Armadas en América Latina. En él, se profundiza en el impacto desde un prisma democrático y se califica que la región ha ingresado en una etapa de creciente militarismo civil.
Por su parte, Arlene Tickner, profesora de la Universidad del Rosario en Bogotá (Colombia) y actual embajadora alterna de Colombia ante la ONU en Nueva York, analiza la militarización y sus vínculos con la ideología del militarismo desde distintos enfoques críticos de la seguridad. Confronta la ontología convencional de la seguridad en términos de su qué y sus quiénes; y discute el binomio cívico-militar con miras a evidenciar sus limitaciones como guía intelectual y práctica. Por ello, propone una aproximación crítica y reflexiva al militarismo y la militarización que comprende cómo “lo militar” está envuelto en “lo civil”.
Cerrando este primer bloque tenemos la reflexión de Adam Isacson, director del programa para la Veeduría de Defensa de la Oficina de Washington para América Latina (WOLA, por sus siglas en inglés), atendiendo a un vacío en la literatura: el rol que cumplen los actores externos en esta dinámica de remilitarización. En su caso específico, aborda la influencia que estaría teniendo Estados Unidos en la misma. En contraposición con el enfoque adoptado durante la posguerra fría, Estados Unidos habría vuelto a fomentar la militarización en el último lustro, fruto de una estrategia de defensa más orientada a la competencia entre grandes potencias, de la que se deriva una mayor colaboración con los gobiernos que cooperen con ella, independientemente de las derivas autoritarias que puedan apreciarse en estos.
Además de estas tres contribuciones, y como segundo bloque, se presentan cuatro análisis de caso de procesos de militarización en América Latina que se han llevado a cabo, respectivamente, por tres parejas de especialistas y que cierra Francine Jácome. En este último caso, la directora ejecutiva del Instituto Venezolano de Estudios Sociales y Políticos (INVESP) examina el caso de Venezuela desde principios de este siglo hasta la actualidad. La autora identifica dos etapas: entre 2000 y 2013, es decir, desde la “alianza cívico-militar” proclamada por Chávez en 1999 hasta su muerte. Y una segunda, ya con Nicolás Maduro, que ha ido avanzando en el establecimiento de una hegemonía político-militar. Para ello recurre a cuatro indicadores: i) la participación de los militares en instituciones gubernamentales. A modo de ejemplo, en diciembre de 2021, 11 de los 34 miembros del gobierno, prácticamente un tercio (32,35%) eran militares activos o retirados, y hoy se cifra en 13 de los ministerios; ii) el creciente partidismo y pérdida de profesionalismo e institucionalidad de las Fuerzas Armadas, con la creación de la Milicia Nacional Bolivariana como caso paradigmático; iii) el incremento del papel de los militares como empresarios, con 24 empresas de carácter estratégico propiedad del Ministerio de Defensa, que en la actualidad se estima en 44 empresas; y iv) la cesión de la seguridad ciudadana. En su contribución, para cerrar, también dedica un apartado a cómo el factor militar se ha convertido un elemento determinante para una eventual transición democrática.
Por su parte, Lisa Sánchez y Gerardo Álvarez, (directora general e investigador, respectivamente, de la organización “México Unido Contra la Delincuencia”) ponen el foco en las singularidades que tiene el proceso de militarización actual en México con respecto a otros periodos. En particular, subrayan que se ha producido una transferencia de poder a otros campos del quehacer estatal, y ya no se limita exclusivamente a la seguridad pública las acciones antidrogas.
Por otro lado, Inge Valencia y Laura Marcela Moreno, ambas de la Universidad ICESI de Cali (Colombia) examinan el caso colombiano y cómo se registró un aumento de la militarización desde el Acuerdo de Paz, que se inscribe —igualmente— en una dinámica más amplia cuyos episodios más recientes fueron la gestión de la pandemia de COVID-19 y el estallido social de 2021. Concretamente, la reacción al paro nacional mostró el grado de militarización del Estado, evidenciando una criminalización de la protesta social y en la violencia focalizada hacia las y los jóvenes.
Finalmente, se analiza la gestión realizada por el General Eduardo Pazuello como ministro de Salud durante la presidencia de Bolsonaro en Brasil, en un capítulo elaborado conjuntamente por Tamires Ferreira Souza, actualmente desempeñándose en el PNUD y profesora por aquel entonces en la Universidad de Ribeirao Preto (Brasil), y Francisco J. Verdes-Montenegro, profesor de la Universidad Complutense de Madrid. Este capítulo atiende a la congruencia entre discursos y prácticas militarizadoras en un caso de especial interés: el del primer militar que ostenta dicha cartera ministerial en plena pandemia y tras la destitución de dos ministros civiles que se negaron a obedecer la política negacionista que asumió Bolsonaro con respecto a la misma. El relato que justificaba este nuevo paso en la dinámica de militarización emprendida por el ya expresidente de Brasil subraya un presunto “honestismo” y una mayor eficacia en la gestión, de ahí que el trabajo trate de analizar los resultados concretos obtenidos y contrastarlos con dicha retórica.
El conjunto de estas contribuciones viene a sumarse a una bibliografía incipiente sobre una problemática que afecta de lleno a la calidad de las democracias latinoamericanas. Existen agendas vivas en torno al sesgo ideológico que pudiera estar teniendo esta dinámica, con un progresivo interés en el nexo entre militarización y auge de ultraderechas neopatriotas. Vinculada con esta última, hay una creciente preocupación que atiende a las conexiones con la agenda de memoria democrática, ya que se observa un nuevo revisionismo por parte de algunos actores en esta materia; y al protagonismo que están teniendo los militares retirados dentro de la politización que viene observándose, junto con los canales de interlocución e influencia, tanto formales como informales, que existen con los militares en activo. Por último, además de los análisis que se están haciendo sobre el impacto que tuvo la pandemia de COVID-19, algunos trabajos abordan la conexión entre el retroceso de la comunidad de seguridad suramericana y el auge de la militarización. No es de nuevo azaroso, ni mucho menos, que la parálisis de un tipo de regionalismo que fomentaba una identidad suramericana de defensa y generaba mecanismos de confianza mutua, como es el caso de UNASUR a través del Consejo de Defensa Suramericano y organismos como la Escuela Suramericana de Defensa, se haya solapado con el auge de esta dinámica de remilitarización.
En definitiva, estamos ante una cuestión que, de forma más o menos visible, va abriéndose paso y cuyas consecuencias para la pretendida renovación de los contratos sociales y revitalización de las democracias en América Latina, así como en otras latitudes, tendrá sin duda que abordarse tarde o temprano. Confiemos que la contribución del libro Militarismo, militarización y democracia: ¿nuevas tendencias en América Latina? ayude, como mínimo, a avivar el debate.
En lo más inmediato, cabe estar atentos para que el ciclo electoral 2023-2024 en la región, marcado por el reto de la inseguridad que atraviesa a distintos países de la región, no dé lugar a una mayor influencia política y económica por parte de los militares. Ecuador y Argentina son así las primeras pruebas de fuego.
Referencias
Diamint, R. (2015): “A new militarism in Latin America”, Journal of Democracy, nº 26 (4).
Kyle, B. J. y Reiter, A. G. (2019): “A new dawn for Latin American Militaries”, NACLA Report on the Americas, nº 52.
Verdes-Montenegro, F.J.(2019): “La (re)militarización de la política latinoamericana. Origen y consecuencias para las democracias de la región”, Documentos de Trabajo nº 14 (2ª época), Madrid, Fundación Carolina.