Estimado/a participante:
Tanto América Latina y el Caribe como la UE atraviesan un momento crítico. La pandemia de la COVID-19 está poniendo a prueba las economías, las instituciones, los vínculos sociales y la capacidad de resiliencia de cada país, de sus vínculos de cooperación, y del sistema internacional en su conjunto. La pandemia, como ha señalado Richard Horton, es muchos aspectos una “sindemia”. Con esta expresión se destaca el hecho de que el impacto sistémico de la pandemia parece responder más a la falta de preparación de los gobiernos, las instituciones y las políticas públicas, las sociedades y la respuesta multilateral, que al patógeno mismo, aun admitiendo las particularidades de este virus, más dañino cuando se manifiesta, y también más difícil de diagnosticar. Aún es pronto para hacer balance de las consecuencias de la pandemia a largo plazo, pero una de las lecciones más evidentes es que la resiliencia societal -es decir, la capacidad de prevenir, enfrentar y sobreponerse al riesgo- depende, en gran medida, de esos factores, en el plano nacional e internacional. Como señaló en su momento el sociólogo Ulrich Beck, la sociedad internacional se enfrentaba a riesgos globales, y el COVID-19 puede ser también visto como uno de ellos.Leer más
Sabemos ya que la pandemia supone múltiples desafíos para la política, tanto en su dimensión de ejercicio y legitimación del poder, como para el diseño y despliegue de las políticas públicas, en tanto acción de gobierno eficaz para satisfacer las demandas y derechos de la ciudadanía y proteger adecuadamente la salud y el bienestar. Esta pandemia se ha desatado sobre un escenario social y político que ya era problemático antes de la aparición de este virus Un escenario de creciente desafección ciudadana tanto en Europa como en América Latina, que se ha manifestado, entre otras cosas, con brotes iliberales —de impronta excluyente y nacionalista— cuya manifestación más reciente ha sido el “nacionalismo epidemiológico” o el “nacionalismo de vacunas” que obvia el hecho elemental de que la salud es un bien público, cuyo nivel de aseguramiento depende del eslabón más débil, y que por ello, no podrá ser garantizada sin acción colectiva y buenas políticas públicas, en el ámbito local y nacional; y sin cooperación internacional y acción multilateral efectiva, en los planos regional y global.
Parte de esos desafíos se encuentran en la esfera virtual, en unas redes cada vez más presentes que erosionan la esfera pública, alientan la polarización, se nutren a menudo de desinformación que es contraria a la evidencia científica, y que transforman la disputa por el discurso y la legitimidad.
Ante ese nuevo escenario, urge buscar formas innovadoras de democracia deliberativa, “gobierno abierto” y participación ciudadana que permitan relegitimar la acción de gobierno, restaurar la confianza ciudadana en las instituciones, y revitalizar la democracia más allá de los procesos electorales. En cuanto a las políticas públicas, se plantean retos nuevos a partir de la revolución digital, la inteligencia artificial y la mayor capacidad de generación y procesamiento de datos: sea la lucha contra la pandemia, la movilidad urbana, la seguridad ciudadana, la gestión ambiental, o la medición de resultados de la política pública, la digitalización abre posibilidades de modernización de la gestión pública hasta hace muy poco difíciles de imaginar. Pueden ser, en suma, instrumentos efectivos para contribuir al cumplimiento de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible y en particular del Objetivo (ODS) 16, que junto a otros fines de paz, seguridad y acceso a la justicia, se dirige a “…construir a todos los niveles instituciones eficaces e inclusivas que rindan cuentas”. Y es que en el malestar de la ciudadanía y la exigencia de políticas públicas efectivas también radica un componente de esperanza, pues es más exigente, tolera menos la corrupción y la captura de las políticas para intereses particulares, pide responsabilidad y rendición de cuentas, exige mejores servicios públicos, más seguridad ciudadana, y, en suma, ya no acepta ser gobernada como antes. Se ha señalado, de hecho, que la pandemia puede dar paso a un momento “pospopulista” en la medida que la ciudadanía exige respuestas efectivas y rechaza la ideologización y las narrativas de polarización.
Esta nueva edición del programa de Liderazgo Público Iberoamericano, que se realiza con el respaldo de Telefónica y BBVA, responde a esos problemas y aspiraciones, y trata de promover la reflexión colectiva y el intercambio de experiencias y buenas prácticas entre altos funcionarios/as, para contribuir a la mejora de la calidad y la eficacia de la gestión y las políticas públicas de los países iberoamericanos ante los retos de la digitalización, el big data y el cambio tecnológico. El propósito consiste en generar redes iberoamericanas de liderazgo público y, en última instancia, al fortalecimiento de la institucionalidad y la gobernabilidad democrática. Para la Fundación Carolina, es también una muestra de su mandato y compromiso con los valores y principios que sustentan la Comunidad Iberoamericana y su asunción de la Agenda 2030 como horizonte colectivo de progreso global.
Un saludo cordial,