Punto de vista

Puentes indestructibles: la cultura, actor indispensable en la cohesión social

Puentes indestructibles: la cultura, actor indispensable en la cohesión social

Podríamos describir la larga relación entre España y América Latina a partir de poemas, películas, canciones, cuadros, esculturas, textos. Poemas del exilio, de las idas y vueltas. Canciones que mezclan rumba y cumbia, pop a ambos lados del Atlántico, jazz que dialoga por encima de distancias marinas, rock sonando aquí y allí. O versos como estos del uruguayo Mario Benedetti, sacados de su poema “Táctica y estrategia”: “Mi táctica es / hablarte / y escucharte / construir con palabras / un puente indestructible”. Las dos orillas, a ambos lados del ancho Atlántico, que parecen muchas veces una distancia insalvable, pueden convertirse sin embargo en el puente indestructible del que hablaba Benedetti gracias a los fuertes lazos que tejen las expresiones culturales. Porque está claro que la cultura es capaz de generar comunidades de vínculos compartidos, por encima de barreras físicas, de distancias, de diferencias ideológicas, sociales, o nacionales. Los poetas españoles que emigraron a América Latina tras la Guerra Civil vuelven hoy en forma de ritmos y sonidos latinos, que a su vez se reciclan y entran en diálogo con tradiciones y sonidos locales, en un bucle de mestizajes dichosos. Hay incluso estudios que demuestran de qué forma la juventud en España adopta modismos y giros lingüísticos propios de América Latina gracias a la cultura compartida en las calles, en diálogo con los jóvenes migrantes latinoamericanos, en canciones o en plataformas online. Y si es cierto que el lenguaje moldea nuestra forma de ver el mundo, quizás estamos más cerca de una verdadera comunidad global unidos por una lengua viva y una cultura en constante diálogo y cambio. Una cultura y un lenguaje compartidos, capaces de vencer barreras y crear un escenario de convivencia común. Escenario como el que representan hoy las calles de cualquier ciudad española, vibrantes en diálogo con las comunidades latinoamericanas en España, que hacen suyas tradiciones locales, al tiempo que reivindican su gastronomía, su memoria, sus fiestas, enriqueciendo y ensanchando el patrimonio inmaterial.

En los dos últimos años hemos afrontado retos inimaginables, y cuando pensábamos que los tiempos convulsos provocados por la irrupción del Covid-19, que puso en jaque nuestras sociedades, estaban llegando a su fin, la invasión de Ucrania por Rusia nos enfrenta a nuevos retos globales. En situaciones así, tanto por los daños persistentes de la pandemia, muy palpables todavía, especialmente en América Latina, como por los que está produciendo la guerra, la cultura se demuestra como mucho más que un acompañamiento, y sirve – ha de servir-, como ejemplo de aquellos valores que no hemos de perder nunca de vista: la democracia, la libertad de expresión, creación y pensamiento y la defensa de los derechos humanos. El mundo de la cultura, que trabaja generalmente en lo simbólico, se volcó durante el confinamiento, y se ha volcado también ahora, en la defensa de lo concreto: las vidas humanas, los vínculos afectivos, por encima de todo. La cultura forma parte indisoluble de nuestras vidas, se nutre de ellas, y las alimenta a su vez. El arte y la cultura no piden, el arte y la cultura ofrecen y entregan, porque no hay un arte despegado de la vida, como tampoco hay una vida despegada del arte.

El Covid, como ahora la guerra en Ucrania, nos arrebató durante meses algunas expresiones culturales profundamente relacionadas con las experiencias en vivo: los conciertos, el cine, el teatro, la danza, las exposiciones, las fiestas populares, todos espacios de encuentro y convivencia. Expresiones en la que la experiencia física, la presencia, el vínculo, la compañía, forman parte de la experiencia artística y vital. Bailar en grupo, al ritmo de unos músicos en un escenario, asistir al trabajo de un actor o actriz en una obra, maravillarse con una escultura o descubrir el final de una película en una sala llena, son experiencias en las que los lazos humanos multiplican la potencia de lo artístico, y crean y fortalecen los vínculos comunitarios. Distancias, vínculos y afectos, amores, familias, y amistades. El Gobierno de España, a través del Ministerio de Cultura y Deporte, ha redoblado sus esfuerzos este presente año para hacer de 2022 el año del Renacimiento cultural, convencido de que la cultura, arraigada en nuestras vidas, es fruto de bienestar colectivo, enriquecimiento social y actor indispensable en la construcción de sociedades más humanitarias, más sostenibles, más democráticas, de vínculos fuertes, y, en definitiva, más felices.

Miquel Iceta i Llorens
Ministro de Cultura y Deporte de España

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