La convulsión geopolítica tras el brutal ataque terrorista de Hamás del pasado 7 de octubre y el insoportable sufrimiento humano de la guerra en Gaza nos vuelve a enfrentar a otro momento histórico grave y decisivo. Junto a la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania, la forma en que abordemos esta crisis definirá la credibilidad y el papel mundial de la UE en los próximos años.
En un mundo cada vez más multipolar, pero también cada vez menos multilateral, el estrechamiento de los lazos entre las grandes organizaciones regionales es un medio clave para evitar el desarrollo de un desorden internacional en el que la fuerza hace el derecho. Este es el telón de fondo del relanzamiento de nuestra asociación estratégica con ALC, un aliado natural y necesario. Ni en la UE ni en ALC queremos regresar a la guerra fría ni a una política de bloques. Al contrario, queremos promover una visión pluralista de la comunidad internacional asentada en normas, diálogo, cooperación y resolución pacífica de los conflictos. Esta visión está en peligro y, en un mundo de gigantes, cada uno de nosotros no puede defenderla solo.
Por eso fue tan importante celebrar la III Cumbre UE-CELAC[1] que reunió los pasados 17 y 18 de julio en Bruselas a los líderes de sesenta países, casi un tercio de los miembros de las Naciones Unidas, representando a más de mil millones de ciudadanos y el 21 % del PIB mundial. Constituye un gran paso diplomático, impulsado junto con la Presidencia española del Consejo de la UE, para volver a situar a ALC en nuestro radar estratégico. Es un paso importante, pero insuficiente.
Tras un periodo de desencuentro desde la anterior cumbre, celebrada hace ocho años, los jefes de Estado y de gobierno de ambas regiones acordaron en Bruselas modernizar nuestra relación para adaptarla a los grandes retos globales. Debemos trabajar juntos para buscar soluciones a los problemas compartidos. Por ello, hemos acordado la creación de una instancia de coordinación permanente y la ejecución de una hoja de ruta birregional potenciada con acciones concretas hasta la siguiente cumbre, que se celebrará en 2025 en Colombia.
La reunión con los líderes del Caribe y el desbloqueo de Post-Cotonou son también resultados importantes. Hubo intercambios sobre Venezuela con el Gobierno y la oposición para impulsar las negociaciones y elecciones creíbles en 2024. Se dio continuidad a las conversaciones con Mercosur. La Cumbre también ha reconocido, por primera vez en este foro, la atrocidad de la esclavitud y de la trata transatlántica de esclavos. Los valores democráticos y los derechos humanos estuvieron muy presentes y seguirán formando un eje esencial de nuestra relación.
Los 41 puntos de la Declaración conjunta reflejan el propósito de renovación y reorientación de nuestra relación. También representan el compromiso de ambas regiones con la solidaridad, la justicia, y la inclusión social: las transiciones ecológica y digital serán democráticas, justas e inclusivas o no serán.
Amén de constatar la vigencia de nuestros afectos históricos, el diálogo franco entre los líderes supuso también un baño de realidad, poniendo de relieve la diferencia de perspectivas en temas relevantes, como la agresión de Rusia contra Ucrania, así como el resquemor por cierto abandono europeo durante estos últimos años, y por la sospecha de un cierto oportunismo geopolítico que muchos atribuyen a Europa en su nuevo acercamiento a la región.
La mayoría de líderes de ALC se refirió al lastre que supone la desigualdad que sufren sus países para el crecimiento, el desarrollo sostenible y la transformación digital. En el marco de la Cumbre, la UE presentó una agenda de inversiones en la región, dentro de la iniciativa Global Gateway, por valor de 45 mil millones de euros hasta 2027, en energías renovables, la transformación digital o la innovación farmacéutica y el fortalecimiento de los sistemas sanitarios. También hemos suscrito una Alianza Digital con 20 países de la región a fin de promover juntos una transformación digital inclusiva y centrada en el ser humano.
Las bases de la relación birregional son sólidas. A pesar del impasse político de los últimos años, las empresas europeas, presentes en el foro empresarial previo a la Cumbre, siguen siendo el mayor inversor en la región, con una inversión directa de 693 mil millones en 2022, lo que supera lo invertido por la UE en China, Rusia, Japón e India juntos. La UE es el segundo socio comercial de ALC y el primer contribuyente en ayuda al desarrollo, siendo su principal aliado en la lucha contra la pobreza durante más de medio siglo.
China, sin embargo, se ha convertido, gracias a su escala, en el primer socio comercial de muchos países de ALC y una importante fuente de inversión extranjera directa y de préstamos en energía e infraestructura, también a través de su Iniciativa de la Franja y la Ruta, suscrita por veinte países de la región. El comercio China-ALC pasó de 13,5 mil millones de USD en 2000 a 459 mil millones en 2022, 34 veces más, y algunos economistas predicen que podría superar los 700 mil millones en 2035.
Mientras tanto, nuestros proyectos de nuevos acuerdos de asociación y comerciales han permanecido estancados, con la excepción del Acuerdo marco avanzado con Chile.
Queda aún mucho por hacer. La Cumbre no ha sido un punto de llegada, sino un punto de inflexión. No podemos permitirnos otra década perdida.
Una de las principales lecciones de la Cumbre es la constatación de que en Europa debemos comprometernos no solo con nuestros problemas, sino también con los problemas de nuestros socios.
ALC nos pide ampliar nuestra agenda para buscar soluciones a cuestiones clave de la justicia global: alivio de la deuda, financiamiento climático, bonos verdes y atracción de inversión privada, reorganización de cadenas de valor a escala global – evitando políticas extractivistas como reclamó el Presidente Boric de Chile -, fiscalidad a escala global, y lucha conjunta contra las drogas y crimen organizado, entre otros temas. Esto implica también reformar el sistema multilateral y las instituciones financieras internacionales para que sean más justas y representativas, como demandó la Primera Ministra de Barbados, Mia Mottley. En definitiva, la región reclama su espacio en las principales mesas de decisión del mundo. También tendremos que seguir explicando y cumplir con la Agenda de Inversión. Mercosur y otros acuerdos, como Chile y México, darán la medida de nuestra credibilidad y planes compartidos.
El fortalecimiento de las relaciones UE-ALC no es solo una asignatura pendiente con un aliado estratégico, sino una necesidad para defender y reformar un orden internacional basado en normas y para contribuir a una nueva prosperidad social descarbonizada. Como dijo el Presidente Petro de Colombia, debemos demostrar que la defensa del planeta es compatible con el progreso material y la equidad social.
[1] Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños.