Como directora ejecutiva de la Agencia Uruguaya de Cooperación Internacional (AUCI), ¿puede comentarnos cómo se plantea Uruguay el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030? ¿Qué consecuencias tiene la llamada “graduación” en la estrategia a seguir para alcanzar la Agenda 2030?
Uruguay tiene como agenda política la Agenda 2030, y eso provoca que nuestra asignación presupuestaria esté en línea con los ODS y con las metas que se plantean. Cuando se aprueba la Agenda 2030, se insta a los países a que tienen que movilizar recursos internos para su implementación. Estos son los recursos presupuestarios. A diferencia de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), que se habían acompañado de un fondo de apoyo, esta Agenda convoca a que los países tenemos que trabajar y repensar nuestras políticas para poder alcanzar esos desafíos.
En primer lugar, lo que hicimos fue saber en qué estado estábamos en vistas de lo que se proponía en la Agenda 2030. Hicimos toda una evaluación de los tipos de indicadores que se planteaban, en cuáles tenía Uruguay información, en cuáles no… Lo que sí se tomó como decisión fue no crear una nueva superestructura para el desarrollo, sino apoyarnos en unas estructuras existentes, y empezamos a establecer un diálogo entre las políticas que veníamos realizando y los ODS y las metas de la Agenda.
“El concepto de transición al desarrollo es lo que nos permite generar espacios de diálogo”
De esa manera, lo que tenemos hoy es una foto que muestra en qué desafíos de la Agenda 2030 hemos mejorado y cuáles son aquéllos en los que todavía nos falta mayor desarrollo, asignación y diseño, sobre todo, de políticas públicas, para poder alcanzar esos desafíos. Lo que sí tenemos claro es que solos no lo vamos a poder hacer, y por eso la cooperación internacional desempeña un papel muy importante, quizá no tanto desde el punto de vista financiero –aunque lo financiero importa–, pero también desde la parte de generación de conocimiento, del intercambio de experiencias. Eso es lo que estamos promoviendo a nivel internacional y, en ese sentido, el concepto de transición al desarrollo es lo que nos permite generar espacios de diálogo con donantes tradicionales, con organismos internacionales multilaterales –que promueven una agenda de desarrollo con una mirada multidimensional del desarrollo, pero que también se rigen por una visión economicista–.
En ese escenario, hemos encontrado muy buena disposición para el diálogo. Esto lleva tiempo, quizá nosotros queremos ver resultados más a corto plazo, pero implica mayor concientización, información… que era lo que cuestionábamos desde los países que íbamos a ser “graduados”. Es decir, nos gradúan y no saben, siquiera, cuáles son los efectos que esta graduación va a tener o qué nuevas responsabilidades vamos a adquirir tras esta. Estamos empezando a buscar mecanismos que nos acompañen en ese proceso y consideramos la cooperación como un instrumento fundamental.
A pesar de que Uruguay tiene la capacidad de decidir en qué ODS va mejorando y en cuáles tiene que trabajar más, al final quizás acabe con las mismas características que el resto de la región. Es decir, Uruguay entrará en el “compartimento” de América Latina y Caribe. En ese sentido, ¿cómo ve Uruguay lo que pasa en el resto de la región con miras al cumplimiento de los ODS y la Agenda 2030?
Nosotros, por supuesto, somos un país en una región. Y, por eso, trabajamos en conjunto. La Secretaría General Iberoamericana (SEGIB) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) son nuestros espacios de diálogo, donde podemos compartir el avance y los desafíos de este compromiso de la Agenda 2030. Trabajamos en los dos espacios de manera distinta, pero complementaria, para poder ir avanzando. Pero no es fácil, porque asistimos a una pérdida de derechos en varios lugares. Eso nos preocupa y nos convoca a redoblar el esfuerzo. Aun así, este tipo de situaciones hace que estemos más convencidos de que tenemos que seguir trabajando en esa senda.
“Puede haber liderazgo, pero, si no hay fortalecimiento institucional, es imposible que las políticas públicas puedan perpetuarse”
Por otra parte, Uruguay puede trabajar en torno a la cooperación con base en sus capacidades no solo financieras, sino también humanas, porque somos pocas personas. Tenemos que hacerlo en función de nuestras capacidades, y siempre con base en la demanda. Para nosotros es fundamental que, en los países donde promovemos la cooperación y la generación de conocimientos, el fortalecimiento también sea institucional. Si no, es inviable que se consoliden los cambios. Puede haber liderazgo, pero, si no hay fortalecimiento institucional, es imposible que las políticas públicas puedan perpetuarse.
Una de mis preocupaciones alrededor de la graduación es que también gradúan a la sociedad civil y a la academia. Hay mucha sociedad civil que viene a mi oficina a decirme: “Pero ¿cómo hago para subsistir sin recursos del Estado?”, porque si es el Estado el que le transfiere recursos a la sociedad civil, la sociedad civil no tiene esa capacidad de ejercicio de la democracia: un tema que tendríamos que seguir profundizando. No tengo recetas, pero sí entendemos que allí hay un espacio de construcción, de debate, de pensar juntos a ver cómo podemos tratar el tema.
En cierta manera, si se ven afectadas la sociedad civil y la academia, los gobiernos se quedan así sin altavoces que repliquen el mensaje con respecto al resto de la población. Para poder cumplimentar los ODS y la Agenda 2030 necesitamos que de verdad estén involucradas las sociedades al completo.
Totalmente. Cuando se habla de multiactor, ¿de qué hablamos? Tenemos que decirlo y hacerlo. No solo vale el discurso. El otro día, un Decano de una Facultad nos decía que ahora están teniendo dificultades para publicar porque, como estamos graduados, ahora nos cobran más por publicar en las revistas arbitradas. No nos hacen los descuentos que nos hacían antes…. Así que hay muchos impactos indirectos que vamos descubriendo día a día. También depende de la región. Es muy distinto en Europa, que cuenta con el apoyo y acompañamiento de la Unión Europea. En América Latina no tenemos ese acompañamiento a nivel regional, y eso, de alguna manera, condiciona.