Muy pronto, y en gran medida gracias a su naturaleza jurídica público-privada, la Fundación logró convertirse en una institución de referencia en el ámbito de la movilidad académica y en el sistema de cooperación al desarrollo. Así, fue asentando un modelo de gestión estable, transparente y eficaz, estableciendo unas sólidas relaciones de confianza con los centros académicos del espacio iberoamericano, además de con el resto de sus socios empresariales e institucionales, hoy en día intactas. Un modelo, a su vez, comprometido explícitamente con los valores democráticos de un mundo más justo y sostenible, orientando su actividad formativa a generar innovación y valor social.
Las cifras que en la actualidad presenta la Carolina dan buena cuenta de lo conseguido: 17.250 becas de posgrado y doctorado concedidas, con una inversión acumulada que supera los 160 millones de euros; más de un centenar de seminarios y jornadas de reflexión celebrados; 200 informes de investigación y trabajos de análisis publicados; 2.900 visitas de especialistas procedentes de la gestión pública, el sector privado, la sociedad civil y las esferas culturales, de las humanidades, la comunicación y la ciencia; y una activa “Red Carolina”, en fin, que supera las 20.000 personas, en la que conversan e interactúan estudiantes de máster y doctorado, personalidades de la alta función pública y de la política y de la creación cultural, y profesionales con amplio reconocimiento en todos los ámbitos, configurando un tejido de cuadros profesionales que reflejan el pulso real de la comunidad iberoamericana.
Lejos de dar por consumada su labor, la Fundación Carolina afronta el porvenir con fuerza e ilusión. La incertidumbre que se extiende por el planeta con la llegada de la COVID-19 reafirma la relevancia del conocimiento, la ciencia y la educación superior, y de instituciones dedicadas a fomentar la cooperación internacional en este campo. Es más, antes de la pandemia el sistema internacional se encontraba ya en una situación frágil, debido a la reaparición de los nacionalismos populistas, los embates contra el comercio internacional y una pujante hostilidad hacia la institucionalidad multilateral, proclive a la desglobalización. Este escenario afectaba de modo particular a América Latina, en tanto región vulnerable a “las trampas del desarrollo”, cuyas debilidades estructurales (en términos de protección social, o igualdad de género) han quedado claramente expuestas por efecto de la COVID-19.
Todo ello hace que el cometido de la Carolina adquiera una importancia redoblada de cara al porvenir inmediato. Equipada con el acervo de su recorrido histórico y la profesionalidad de un equipo solvente y preparado, la Fundación opera con la mirada puesta, por de pronto, en los próximos 10 años. Así, los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030 marcan una hoja de ruta sobre la que la Fundación ya ha empezado a caminar, redefiniendo el perfil de sus programas, intensificando su trabajo en red, reforzando su papel en el sistema de la cooperación española, generando y compartiendo conocimiento experto, y reposicionando, en definitiva, su lugar como agente clave en la cristalización de un espacio euro-latinoamericano de educación superior.
Tras 20 de experiencia sabemos que 2030 llegará enseguida. Seguimos; o, mejor dicho: sigamos trabajando juntos.